Vamos a presenciar una corrida de toros en la sevillana Plaza de la Maestranza; es la semana de preferia en este Abril que va corriendo.
Al terminar el último toro seguimos recreándonos con la banda de música. Dejamos el tendido y salimos.
Después de saludar a todo el personal que pretendíamos saludar a lo largo de la calle Circo, salimos y nos dirigimos al hotel donde se aloja uno de los tres matadores; su apoderado es amigo y vamos a compartir un rato.
De vuelta al coche entramos en un bar inmediato a la Plaza. Lo primero que me llama la atención es un magnífico mural elaborado en cerámica, con buenas dimensiones. Es de la fábrica trianera Cerámicas Santa Ana. Representa la imagen de la Maestranza cuando estaba a medias; en el ruedo se ve una escena de toreo. En realidad, reproduce el motivo de algunos grabados del siglo XIX.
Capto el mural, porque me parece un buen motivo para tratar de las fase constructivas de este símbolo arquitectónico de Sevilla.
El punto de vista se sitúa en una imaginaria línea recta que va desde la Giralda hasta la capilla del Carmen en el Puente de Triana. El espectador, o el pintor, se sitúa en el punto en que esa línea pasa por el callejón de la plaza; es decir está asomado a la barrera.
La Plaza de Toros se debe al plano que elaboró Vicente San Martín. Aparece en la Guía que Álvarez Consuegra escribió en 1992, y que me proporciona MRC (¿qué libro no tendrá?).
Su obra se alargó un buen tiempo. La plaza se empieza a construir en 1761. Veinticinco años más tarde, en 1786, sólo se ha podido levantar un tercio de la misma, manteniéndose de madera el resto. No será hasta 1839 cuando se concluya la mitad del edificio; éste debe ser el momento en que la refleja el mural.
Hubo luego una serie de reformas desde 1867 a 1881, año en que se concluye la plaza; durante esta fase dirigió las obras el arquitecto Juan Talavera de la Vega; éste es autor también del Costurero de la Reina (por si sirve para orientarnos).
Finalmente, la construcción de los tendidos actuales se realiza en 1914, a cargo de Aníbal González, el gran autor de la arquitectura regionalista.
La Plaza de la Maestranza es un ejemplo de los casos no frecuentes en que un monumento y las construcciones que lo rodean se levantan a la vez sobre el mismo terreno.
Ya por 1839 empiezan a construirse viviendas adosadas a la plaza, en torno a su perímetro, y seguirán construyendo hasta 1914, cuando Aníbal González interviene en la casa de la Real Maestranza.
Cuando el edificio se cierra definitivamente en 1881 se encuentra con que las viviendas le han ganado el terreno. La exacta geometría que proponía el proyecto de San Martín no se puede inscribir en el resto del solar de que ahora dispone la plaza, lo que hace que la planta de todo el edificio no sea circular.
En las fotos que tomé en otra ocasión se puede ver cómo los arcos no mantienen una igualdad. Unos tiene más cuerda que otro; no procede hablar de diámetros porque son carpaneles más que rebajados, pero no de medio punto. Todo ello en perfecta línea barroca. Más aún, el perímetro del edificio presenta, de trecho en trecho, vértices (o aristas, visto de arriba a abajo); se trata de una planta en puridad poligonal, donde, desde luego, ni siquiera el ruedo es circular.
El monumento ya no es sólo la plaza de toros sino toda la manzana triangular, donde se diluyen los límites entre plaza y conjunto residencial; en esa difuminación hay que comprender un espacio tan particular como la calle Circo, donde la gente se saluda.
El monumento es un testimonio no sólo de una época sino de todo un proceso de crecimiento de la ciudad. Sevilla es la ciudad en la que vamos a presenciar una corrida de toros como pretexto para verla (digo para ver la ciudad).
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