martes, 28 de agosto de 2012

Aniversario de la muerte de Manolete



Un 28 de agosto (el de 1947) fue cogido Manuel Rodríguez "Manolete" por el miura "Islero".



Vamos a recordarlo hoy viendo el parte médico firmado en la enfermería de la plaza de Linares.



¿Qué decía?

"Al terminar la lidia del 5º toro, ha ingresado en esta enfermería el diestro Manuel Rodríguez (Manolete), con una herida por asta de toro situada al nivel del triángulo de Scarpa (1) con destrozo de la piel, aponeurosis, fasciacribiforme sección de la vena safena en su porción del cayado y grandes destrozos musculares contusionando el paquete vasculonervioso en una extensión de unos 5 cm. con dos trayectorias, una de 25 cm. de longitud hacia arriba, afuera y ligeramente atrás y otra de unos 20 cm. hacia abajo y afuera, hasta la cara externa del muslo, con grandes destrozos musculares, intensa anemia aguda por hemorragia y fuerte schock traumático, de pronóstico muy grave.

El Médico delegado. Firma F. Garrido. 28-VIII-47

(1) del muslo derecho.

Sr. Presidente de la Corrida de toros
celebrada hoy día de la fecha.

Linares"














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domingo, 19 de agosto de 2012

Es la sangre

Transcribo un artículo firmado por Rafael Núñez Huesca y publicado en Libertad Digital. Trata sobre la familia de los Abascal. Son un ejemplo.


"Nada más alejado del Lacoste, jersey sobre los hombros y mocasines de borlas estilo pepé que esta familia de vascos. Austeros, sencillos, generosos y de trato extraordinariamente cercano. La imagen que, en definitiva, teníamos de lo vasco.

Cuando uno imagina a hombres que viven la cotidaneidad de la amenza terrorista; a hombres cuya principal actividad política ha sido dar sepultura a otros hombres, amigos por lo general; cuando uno configura un retrato mental de estas gentes, digo, el lápiz dibuja tipos huraños, amargados por la incertidumbre del quién será el siguiente. Y el lápiz se equivoca. De medio a medio. No son así.

Para un hombre recto, íntegro, no hay mayor satisfacción que el cumplimiento del deber; el de los Abascal es reivindicar la españolidad de las provincias vascas, que llevan un siglo ahogándose en los dogmas de Arana; triturando los puentes culturales, históricos y emocionales que vinculan aquella españolísima tierra con las del resto de España.

Manuel Abascal Pardo tiene hoy 92 años, antiguo alcalde de Amurrio y responsable en gran medida de la industrialización del pueblo. Recibía, en plena borrachera etarra, sentencias de muerte en el buzón, cartas de extorsión les llamaban algunos; impuesto revolucionario, algún miserable. Todas las rompió.

Santiago Abascal Escuza, el hijo, lleva celebrando el día de la Hispanidad en el Valle de Ayala, Álava, desde que tiene uso de razón. Tres son las veces que la canalla etarra ha intentado liquidarlo, y tres son las veces que la de la guadaña se estrelló en los muros de España. Y sigue dando guerra. Tranquilo, impasible como es él, pero firme como las columnas que yerguen su dignidad. La misma dignidad que lo mantiene en el lugar del que otros se movieron. Él sigue donde siempre.

Santiago Abascal Conde, el nieto, es el nuestro, el mío, el presidente de DENAES. Generoso es, quizá, la palabra que mejor lo define. Próximo, cercano. Lee y escribe. Un tipo intelectualmente inquieto. Un buen día –¡bendito sea ése día!- decidió que a la patria había que defenderla en Amurrio y Fuenterrabía, pero también en Valencia y Madrid; en Mondragón y en Leiza, pero también en Ceuta y Coruña. Y es por eso que toma la iniciativa; nace la Fundación para la Defensa de la Nación Española. Carisma, formación, hechuras de líder, faro de muchos. De firmes e incuestionables valores, abierto siempre a escuchar cómo proyectarlos.

Jaime Abascal es un renacuajo de ocho años. Hijo de Abascal Conde, nieto de Abascal Escuza, biznieto de Abascal Pardo. Forjado en el amor profundo a España, educado en el honor, eso tan antigüo. Como el padre, ríe con ganas, se diría que le ríe el rostro entero. Y en unos años, cuando algún periodista le pregunte por la primera vez que dio la cara por España, él habrá de responder que, aún a riesgo de que se la partieran, fue en el estío del dosmil doce. Y, tanto si fuera por olvido o por humildad que no quisiera responder, estas letras quedarán para siempre como testimonio de lo que ocurrió aquella tarde. Así actuaste, Jaime.

Santiago: -¿Se puede saber qué demonios ha pasado, Adriana?
Adriana, hija de Santiago, hermana pequeña de Jaime: - Pues... estábamos jugando en el parque... pasó una manifestación...
- ¿Una manifestación, de quién?
- No sé, chillaban "española ez, ikurriña bai... española ez, ikurriña bai!"
- ¿Ah si, eh?, ¿y cuántos eran?
- Muchísimos, treinta o... cuarenta. Eran etarras.
- Vaya, ¿y qué pasó?
- Nada, yo me fui.
- ¿Pues?
- Jaime me dijo que marchara corriendo de allí.
- ¿Y él?
- No, él se quedó... y cuando creía que yo ya no estaba se puso a gritarles. Pero yo no me había ido, estaba escondida.
- ¿Cómo a gritarles, qué les dijo?
- ¡Viva España!, ¡Viva España!
- ...
- ¿Ya me puedo ir, papá?
- Eh... sí hija, sí. Bueno, una cosa más, ¿qué hizo Jaime después de eso?
- Vino conmigo a seguir jugando, ¿me puedo ir ya?
- Sí hija, ve, ve...

También presencié, como la anterior, la conversación entre el padre y el hijo:
- Santiago: ¿Qué ha pasado en el parque, Jaime? Me ha contado tu hermana que...
- Jaime: Nada, hemos estado jugando, ¿por?
- Pero me ha dicho Adriana que...
- ¡Ah sí, ésos! Una manifestación de ésas.
- ¿Ya, y decían algo?
- "Española ez, Ikurriña bai". Todo el rato. Insultaban a España, papá.
- Y tú...
- Le dije a Adriana que se fuera corriendo y grité: ¡Viva España! Dos veces. Y mucho más fuerte que ellos, ¿eh?
- ¿Y?
- Me fui a jugar a otro sitio.
- Escúchame hijo, has hecho una cosa que está muy bien y otra en la que te has equivocado, te explico. Cuando delante de un español se insulta o se ofende a España, uno tiene el deber de defenderla. Y tú lo has hecho, y yo estoy muy orgulloso.
- (Tímidamente) Sí papá...
- Ya... pero te has equivocado en la altura, éstos eran mayores...
- ¡Pero papá, delante de mi estaban...!
- ¡Jaime!, tú los pequeños y yo los grandes, ¿entendido? Ése es el trato.
- (Con la barbilla en el pecho, ceño fruncido y brazos cruzados) Vaaale.

Sin cambiar de postura, rígido, se aleja. Pega una patada a una piedra.

Es la sangre."







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domingo, 12 de agosto de 2012

Adiós a los franceses: doscientos años

Tal día como hoy, 12 de agosto, en 1812, durante la guerra de la Independencia, las tropas francesas abandonaban Madrid para no volver. La ocupación de la capital de España había durado poco más de cuatro años.

El abandono de Madrid fue consecuencia directa de la batalla de Los Arapiles, librada en Salamanca el mes anterior.

El mérito hay que atribuirlo al general inglés Wellington. Éste sabía que Napoleón estaba retirando tropas de España para desplazarlas al frente ruso. Por ello planeó una ambiciosa ofensiva para penetrar en el centro peninsular desde Portugal.



El peso de la operación principal correspondió al ejército anglo-portugués de Wellington, con una escasa presencia española.

Simultáneamente, en una típica maniobra de distracción, las guerrillas y el ejército español tenían que hostigar a los franceses en Andalucía y en la zona cantábrica, con el objetivo de que no pudieran trasladar tropas al escenario central.

La batalla de los Arapiles fue un éxito y Madrid quedó desguarnecido ante el avance inglés. José Bonaparte abandonó la capital, sin olvidarse de llevar robados cuantiosos tesoros nacionales.

Después las cosas se torcieron un tanto. Wellington intentó copar a los franceses en Burgos y se vio derrotado, quedando obligado a retirarse a sus posiciones de partida.

Con todo, la dureza del frente español obligó a Napoleón a enviar más tropas, lo cual, con la ofensiva rusa en marcha, terminó llevando al ejército imperial al colapso.






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