jueves, 23 de febrero de 2017

Caraca, ciudad romana

Un equipo de investigadores ha descubierto una ciudad romana bajo tierra en perfecto estado de conservación en el municipio de Driebes (Guadalajara). Al parecer, se trataría de Caraca, una villa datada entre los siglos IV a. C. y II d.C., de la que se tenía constancia pero se desconocía su ubicación.

Los trabajos empezaron en octubre y, gracias a la utilización de tecnología como el georradar, han concluido que bajo tierra, apenas a 70 centímetros, hay una ciudad con sus calles, el foro, termas, viviendas y templos que podría ocupar 12 hectáreas. Incluso se ha encontrado un acueducto, que por su tamaño ha permitido documentar que en esta ciudad vivían alrededor de 2.000 personas.

Se baraja que bajo las ruinas de la ermita ubicada en el cerro de la Virgen de la Muela, donde se iniciaron las prospecciones, hay un templo que formaría parte de una ciudad romana de importantes dimensiones, que "se cree es de origen carpetano de entre los siglos IV antes de Cristo y II después de Cristo", ha apuntado Javier Fernández, el arqueólogo y codirector de la prospección.

"Toda la vida se ha dicho que tenía que haber algo de esto aquí, pero nunca pensamos que esto", ha señalado el alcalde del municipio, Pedro Rincón, quien al igual que los responsables de la investigación no había imaginado la envergadura del yacimiento de Driebes, al sur de la provincia de Guadalajara.

Javier y el profesor Emilio Gamo conocían la existencia de importantes vestigios romanos en la provincia de Guadalajara, en concreto en la zona de Driebes, y decidieron iniciar una prospección hace unos meses con el apoyo económico del Gobierno regional, el Ayuntamiento de Yebes y los Amigos del Museo de Guadalajara. "En tan solo una hectárea que hemos podido rastrear con el georradar, ya hemos podido determinar importantes hallazgos", ha subrayado Fernández. Para el arqueólogo, es "sorprende que en pleno siglo XXI no lo hayan descubierto antes. El resultado de la prospección es muy superior al que esperábamos".

Ya se está poniendo en marcha la segunda fase del proyecto que contempla la excavación del terreno para confirmar lo encontrado con el georradar. Esperan poder empezar los trabajos en seis meses, con la vista puesta en recuperar la zona y convertirlo en un yacimiento visitable al estilo de Recópolis, también en la provincia.



Los primeros indicios de la riqueza arqueológica del terreno llegaron con las obras del canal de Estremera. En 1945 se descubrió el llamado 'tesoro de Driebes', un lote de piezas de orfebrería del siglo III a.C. con un peso de 13,8 kilos que incluía pesos, lingotes, sortijas, fíbulas y monedas y que actualmente está expuesto en el Museo Arqueológico Nacional. A partir de entonces llevaron a cabo un proyecto de romanización de la provincia y vieron que la zona está plagada de materiales romanos en superficie, fundamentalmente cerámica y fragmentos de estuco.

El georradar 3D ha confirmado su teoría y se ha confirmado la presencia de una ciudad romana con urbanismo propio, en la que se observan con claridad espacios públicos, como un foro porticado, las avenidas principales, termas o un mercado. Lo más llamativo es la presencia de un acueducto de características similares al de Segóbrica (Cuenca), que debía medir unos tres kilómetros y de los que se han localizado 112 metros de canalización de hormigón romano conservado.




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viernes, 3 de febrero de 2017

La batalla de Taxdirt

El 9 de julio de 1909 los operarios que construían una línea de ferrocarril entre la cabila de Beni Bu Ifrur y Melilla fueron atacados por un grupo de rifeños. El contingente estaba en contra de que los extranjeros unieran estas dos regiones, pues suponían que la finalidad de ello era extraer las materias primas que había en la región y trasladarlas hasta la Península. El asalto se sucedió a las siete de la mañana, mientras 13 obreros cimentaban un puente a seis kilómetros de Melilla. El resultado fue catastrófico (4 muertos y tres heridos) y la noticia produjo en España honda impresión. Poco más necesitó España para responder. Instantáneamente se envió una fuerza de castigo contra los enemigos y se declaró el inicio de las hostilidades contra las cabilas. Estos hechos se consideran el comienzo de la «Campaña de Melilla de 1909».

Por septiembre el ejército logró reunir en Melilla 44.000 hombres y se decidió la construcción de un faro que guiara a los barcos en el cabo de Tres Forcas (al norte de Melilla). El general José Marina pensó que, si iban a ser atacados, lo mejor era tomar por las armas toda la región. Así podría tener a la población controlada y evitar revueltas y, además, aislar el Gurugú por la cabila de Beni Sicar. El plan de acción era sencillo. Se formarían dos columnas que deberían tomar el territorio al norte de Melilla. La primera de ellas recorrería la región de sur a norte a través de una zona ocupada por tribus pacíficas. La segunda, por su parte, atravesaría la zona de este a oeste; lo haría con el objetivo de llegar hacia Taxdirt (al oeste de Melilla). Esta última sería la misión más sangrienta, pues había que cruzar zonas tomadas por enemigos.



La Primera Columna (formada por 4.020 soldados, ochenta caballos y ocho cañones) estaba mandada por el general Alfau y sus tropas eran las siguientes: batallones de Barbastro, de Figueras, de Amposta y de Las Navas; escuadrón del Lusitania (caballería); dos baterías de Montaña (artillería); una compañía de Zapadores y otra de Telégrafos; una Ambulancia y un Tren de combate e impedimenta. La Segunda Columna (formada por 3.479 soldados, 80 caballos y 8 cañones) estaba mandada por el general Morales y el general Tovar y sus tropas eran las siguientes: A, como Vanguardia, la sección de jinetes del Regimiento de Cazadores de Caballería Alfonso XII, el batallón de Cataluña, la Primera Batería de Montaña (artillería) y la Compañía de Zapadores, B, como Cuerpo central, los batallones de Tarifa y de Chiclana, la Segunda Batería de Montaña (artillería), la Compañía de Telégrafos, una Ambulancia y un Tren de combate e impedimenta, C, como Retaguardia, el batallón de Talavera. En apoyo a las dos columnas iban dos divisiones expedicionarias. La Primera División Expedicionaria estaba formada por la Tercera Brigada de Cazadores y los Húsares de la Princesa y sus órdenes eran ubicarse en un zoco cercano (el de Arbaa) y dirigirse hacia Zeluán (en dirección contraria a la zona en la que se sucedería la misión principal), de esta forma se pretendía que los rifeños les siguieran (y así reducir el número de defensores de la zona principal). La Segunda División Expedicionaria (a las órdenes del general Sotomayor) tenía como objetivo ubicarse al sur del río Oro y permanecer en alerta por si se les necesitaba.

Los dos escuadrones de caballería de la División, del Alfonso XII y del Lusitania, iban mandados por el teniente coronel José de Cavalcanti y Alburquerque, que había nacido en 1871 en Cuba y había ingresado en la Academia General Militar cuando contaba 17 años. Este decidió integrarse en la Segunda Columna, por ser esta en la que se encontraba el general Tovar, del que era ayudante.



El 20 de septiembre, la Segunda Columna partió del fuerte Reina Regente hacia el sur y, tras dos horas de marcha, llegó a Dar el Hach (a 5 kilómetros de Melilla). Una vez allí, dirigió sus pasos hacia Taxdirt, su objetivo final. Los rifeños decidieron no dividirse y se movilizaron también hacia Taxdirt, olvidándose de la Primer Columna. A las ocho de la mañana comenzaron los disparos, cuando la sección de jinetes que se ubicaba en vanguardia recibió fuego de un grupo de rifeños situados en las inmediaciones de Taxdirt. Los españoles contestaron avanzando hacia las defensas en las que, según creían, estaría el enemigo, pero al llegar no encontraron a nadie. La razón era que los marroquíes se habían retirado a la carrera hasta el cercano monte de Tamsuyt, más fácil de defender.

Desde allí, desataron el infierno haciendo un nutrido fuego sobre los españoles. Como respuesta, la columna se puso en alerta y se dispuso a presentar batalla al enemigo, formado por unos 1.500 combatientes. La Primera Batería bombardeó la zona para apoyar a los jinetes enfrascados en el ataque y, cuando el último proyectil cayó, uno de los batallones del contingente (el de Cataluña, junto con la compañía de zapadores) cargó a bayoneta contra los enemigos. Ellos serían la vanguardia de la ofensiva. La batalla fue cruenta, pero los españoles lograron conquistar la posición a sangre y fuego. A continuación se dio órdenes a la Primera Batería de que avanzara para consolidar la zona conquistada. Como apoyo a ésta (y mientras el Cataluña seguía avanzando) se mandó también al batallón de Tarifa.

Este se dividió en tres grupos o compañías. La primera se ubicó a la derecha de la artillería y comenzó a devolver el fuego al enemigo con la rodilla en tierra para garantizar la precisión de sus disparos. La segunda se posicionó en el flanco izquierdo de los cañones y, para terminar, la tercera avanzó para desalojar a la bayoneta a un molesto grupo de marroquíes que soltaba plomo desde el flanco izquierdo. A ellos les fue bien. Todo lo contrario que al Cataluña y a los zapadores, ubicados en primerísima línea. Mientras, el batallón de Cataluña estaba sufriendo el fuego y la presión de los harqueños, empeñados en retomar las alturas. El tiroteo al que se vieron sometidas estas dos unidades era más que intenso. Ambas no pararon de disparar ni un minuto para defenderse de los 1.500 enemigos que les cercaban. Las siguientes cuatro horas se desarrollaron entre sangre y una gran cantidad de bajas.

La gran cantidad de bajas provocó que, poco después del medio día, se ordenara a las dos unidades presentes en el montículo (el batallón de Cataluña y la compañía de zapadores) retirarse y ser relevadas por el batallón de Tarifa, que estaba ubicado a sus espaldas y defendía todavía a la Primera Batería. Tres compañías del Talavera, hasta ahora en reserva, serían las encargadas de ocupar las posiciones anteriormente tomadas por el Tarifa. Cuando los rifeños observaron que se estaba produciendo el relevo, se lanzaron contra los españoles aprovechando el desconcierto. Se arrojaron al hueco existente entre el Tarifa y el Cataluña para cortar el avance del primero y la retirada del segundo. El movimiento les salió a pedir de boca. En primer lugar, porque impidieron que el batallón Tarifa, expuesto a los disparos marroquíes, avanzase y completase el revelo. En segundo lugar, porque su ataque cortó también la retirada de la última compañía del Cataluña, una unidad que ya carecía de municiones y estaba más que extenuada.



En esta situación, el general ordenó a Cavalcanti y a sus hombres que apoyaran, en una carga desesperada, al Tarifa. El objetivo era lograr que los soldados completaran el relevo antes de que tanto ellos como los hombres del Cataluña fuesen destruidos. Había que ganar tiempo y los encargados de ello serían los jinetes del Alfonso XII. La respuesta de Cavalcanti a la llamada de su general fue hacer aquello para lo que sus jinetes habían sido entrenados, combatir cuerpo a cuerpo. Así, pues, tanto él como sus 65 valientes del Regimiento de Cazadores de Caballería Alfonso XII se lanzaron en una heroica carga contra el enemigo. En sus mentes estaban España y sus compañeros; en sus manos, los sables. Aquel ataque hizo cundir el pánico entre los harqueños, que empezaron a retroceder. A pesar de ello, la batalla estaba lejos de haberse ganado. Tras el primer choque, Cavalcanti ordenó en dos ocasiones a sus jinetes retirarse hasta un cañaveral cercano, con el objetivo de reagruparse y volver a atacar. La segunda carga la hizo con apenas 40 caballeros. La tercera, con una veintena. Después de esta heroicidad, los escasos hombres que todavía tenía a su cargo se retiraron de nuevo hasta el cañaveral, dejaron sus monturas a un lado, clavaron rodilla en tierra, y comenzaron una épica defensa contra el enemigo, ahora ávido de venganza.

Al ver la apurada situación de los del Alfonso XII, el teniente coronel Moreira ordenó a sus hombres del Tarifa que apoyaran a los jinetes. El propio teniente coronel quedó gravemente herido pero los harqueños se terminaron replegando. La batalla había llegado a su fin, pues se había conquistado el territorio, y todo, gracias a la valerosa actuación de unos pocos jinetes españoles. A las tres de la tarde, arribaron a la zona dos batallones más para asegurar la posición. Aunque eso no valió para mantener la loma. Al final, y ante la inminente caída de la noche, el ejército se retiró a Taxdirt y tuvo que ver cómo los rifeños tomaban de nuevo Tamsuyt. Una derrota en lo que se refiere a la pérdida del terreno, pero una victoria al fin y al cabo, pues se logró salvar a los últimos hombres del Cataluña y al Tarifa.

Al final de la contienda el teniente coronel contó 25 bajas, una sangría para una unidad de 65. Todos ellos fueron héroes, pues no solo lograron que sus compañeros pudiesen salvarse, sino que hicieron huir a aquel gigantesco contingente y sirvieron la victoria en bandeja a la infantería. Aquella actuación le valió a Cavalcanti (que acabó herido de gravedad) la preciada Cruz Laureada de San Fernando, además de un ascenso.




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