El hispanista Henry Kamen ha escrito esta semana un artículo criticando la presuntuosidad actual de la afirmación de que España es la octava economía del mundo.
Kamen es uno de los más conocidos de ese grupo de personas que sin ser españoles se dedican, casi de por vida, a observar y a escribir de nuestra Historia y de nuestros problemas. Últimamente los hispanistas tienen mucho eco. Me pregunto si en otros países ocurre el mismo fenómeno; no que haya extranjeros que vayan a un sitio a estudiarlo sino que los lugareños les presten más atención a sus observaciones que a la de los propios del lugar. Está bien contrastar enfoques pero, por lo que a mí se refiere, prefiero conocer la biografía de Carlos V presentada por uno o varios historiadores españoles (y si tienen distintos puntos de vista, mejor) que presentada por alguien a quien, por venir de fuera, le pueden faltar determinados elementos de juicio.
No obstante, en el estudio del presente, que no suele ser objeto de los hispanistas, puede ocurrir que tengan una posición más distanciada que los nacionales, sobre todo si éstos se hallan inmersos en la lucha de intereses, lo que no es raro. Además, es propio del carácter anglosajón ver las cosas con mentalidad sintética, resumida, ofrecida de modo simple al lector; los hispanistas de ahora son mayoritariamente anglosajones. Nosotros somos menos sintéticos y más analíticos, más barrocos; vamos más al detalle, que acaba destacando sobre la visión de conjunto.
Voy a sintetizar al hispanista y añadiré datos de otras fuentes.
Aborda Kamen el asunto de modo indirecto, aludiendo a una promesa electoral de hace cuatros años. Alguien prometió poner nuestro sistema universitario entre los diez primeros del mundo y resulta ahora que ni una sola universidad española figura entre las 150 mejores del mundo.
Ese alguien proclamaba recientemente como logro propio que España es la octava economía del mundo, sin caer en que ese puesto, exclusivamente basado en el Producto Interior Bruto (PIB), fue adjudicado hace más de cuatro años. Hoy eso es agua pasada; la última declaración del Fondo Monetario Internacional es que España ha pasado a ser la novena economía bajo el actual Gobierno y el último analisis de la firma PricewaterhouseCoopers sugiere que pronto será la decimoquinta.
No sólo es eso. El PIB no es ya el único indicador que se utiliza para medir la economía de un país. Está también el índice de crecimiento real, y, atendiendo a él, el FMI sitúa a España en el puesto 19 (y a China en el puesto 1). Una explicación de este puesto tan diferente del anterior es que buena parte del dinero que ganamos se lo debemos al turismo y a las subvenciones europeas (las cuales ya van a ir acabándose).
Uno de los últimos informes del Banco Mundial descarta ya directamente el PIB como medida del progreso y prefiere la "capacidad de innovación económica". Atendiendo a este criterio España está en el puesto 39 dentro de 175 países estudiados (y en los últimos lugares dentro de los países europeos).
Añado: el mismo Banco Mundial ha estimado que la economía española ocupaba ya en 2005 la undécima posición en el planeta en términos de paridad de poder de compra (un instrumento que permite la comparación por países al eliminar el efecto precios) frente a la antigua clasificación, que se hacía a tipos de cambio corrientes.
Si dejamos los organismos mundiales y pasamos a la información de las instituciones europeas, vemos que los datos de la OCDE revelan que la nuestra es la tasa de inflación más alta de Europa y además desde 1994 no se alcanzaba aquí el 4,3% de 2007.
La inflación trae bajada de consumo, que se ve acrecentada con el freno en la creación de empleo. En ello, indudablemente, tiene culpa la situación de la construcción; en 2007 se construyeron más de 800.000 viviendas pero se pronostica que de aquí a 2010 más de 250.000 trabajadores perderán sus puestos de trabajo en ese sector. Ahora bien, ahí no está toda la culpa, porque también se ha incrementado el paro en el sector servicios, pero sigamos con los datos de la OCDE.
La tasa de desempleo de España con el Gobierno Zapatero es, después de Polonia, la más alta de la Unión Europea. Según datos de Eurostat, frente a una media de 7,2% en la zona euro y de 6,9% en la UE, en España el desempleo es el 8,2%. Más elocuente que el dato es su evolución, pues si una año antes la tasa en la zona euro era de 7,9% (y luego ha bajado siete décimas) y en la UE era de 7,7% (y ha bajado ocho décimas) aquí era de 8,3% (y ha bajado una décima) .
Datos posteriores, de la Encuesta de Población Activa para 2007, han fijado el crecimiento del PIB en algo más del 3% y el del paro en 117.000 personas, crecimiento que no ocurría desde 2003. Evidentemente no se ha cumplido el objetivo inicial de los presupuestos generales de 1,8 millones de parados al cierre de 2007, pues se ha llegado a 1.927.000 (8,6%, frente al, recordemos, 7,7% de la UE). Se plantea así la cuestión del crecimiento con destucción de empleo (61.500 empleos destruidos); en el pasado, un crecimiento del 3% del PIB suponía creación de empleo neto y, más, en época del Gobierno Aznar se llegó a bajar al 1,5% ese umbral necesario. ¿Qué clase de potencia económica es la que crece a la vez que destruye empleo?
Dentro del empleo, nuestra tasa de contratos temporales, según un estudio de Randstad Holding, es del 30,9% de los puestos de trabajo frente a una media europea del 17%.
Por si es poco todo eso, la consultora Kearney, en su último Índice de Confianza de Inversión Extranjera Directa, deja a España fuera de la lista de los 25 países más atractivos para la inversión, cuando en la edición anterior, la correspondiente a 2005, nuestro país ocupaba el puesto 17. El Índice, elaborado mediante entrevistas a más de 800 expertos de todo el mundo desde el verano de 2007, atribuye la pérdida de confianza básicamente a estos tres factores: hundimiento de la construcción, estancamiento de la competitividad y alta inflación.
En fin, si frente a la situación económica de España en el siglo XIX, o incluso a principios de los sesenta, hemos tenido una recuperación que algunos ven casi milagrosa, hoy estamos afrontando una amenaza seria de crisis, en términos absolutos y relativos. Los gobiernos de González y de Aznar destacaron por sus logros económicos en diferentes aspectos pero con el actual la situación es muy diferente.
No hay que decir que España es la octava economía del mundo. Hay que luchar por que lo sea.
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