Vuelvo de vacaciones de Navidad. Hoy he estado en Zafra con I.; tenía ganas de visitar la casa del Conde de la Corte, de la que tenía noticias de su reciente conversión en un hotel de lujo.
Para esto de hacer las biografías de algunos ganaderos de bravo que queremos meter en el Diccionario de la Academia de la Historia pensé que me vendría bien visitar el domicilio del mejor ganadero extremeño y fotografiar algunos detalles que allí se podrían conservar.
Una hora antes me encontré en Mérida con JLMM. a quien le tenía pedido datos sobre don Agustín; él hizo el prólogo de un libro recientemente editado sobre la ganadería condesa. Charlamos un poco en un breve descanso del viaje.
Al llegar a Zafra pregunté una sola vez y me dieron rápidamente la orientación para llegar a la Plaza del Pilar Redondo. Allí, junto al ayuntamiento, se encuentra una magnífica casa-palacio, remodelada pero luciendo con el mismo aire que debió tener siempre, eso sí con placas de titulación hotelera, a ambos lados de la puerta, como estrellas de general.
El rincón urbano es evocador: junto a esos dos edificios hay otros con fachadas tradicionales y un par de inmuebles que lucen prestancia modernista, simultaneando el neogótico con el Art Nouveau, y todo ello coordinado por la fuente elegante, a medias tardorrenacentista y barroca, que da causa al nombre de Pilar Redondo de la plaza, más bien placita.
Después de fotografiar el patio del ayuntamiento y la fachada del Conde, nos adentramos con algo de recelo y preguntamos a la recepcionista que si podíamos pasar. "Claro, esto es un hotel". "¿Podemos hacer hacer algunas fotos a detalles que se conserven del personaje, que quiero elaborar una pequeña biografía?". "Creo que sí pero lo mejor es que se lo digan a aquella señora".
Nos saludó la gobernanta; creo que se les llama así. Le repetimos el motivo de la visita y se nos mostró muy amable, diciendo que podíamos fotografiar todo lo que quisiéramos, que nos sugería subir a la planta de arriba y que después nos llevaría al patio y al guadarnés.
La escalera es espectacular, con el techo "fin de siècle", su cuadro mitológico y densa colección de trofeos cinegéticos a modo.
La planta principal se reparte alrededor de la cristalera que da al patio; ahí tenemos una buena muestra de los recuerdos del Conde y es cuando me digo "esto es lo que busco". Imágenes de la finca, de sus amistades, de sus aficiones..., el plano de "Los Bolsicos", el árbol de las ganaderías salidas de la casa elaborado a mano por Prieto de la Cal, e incluso el capote y el estoque que usaba.
Nos invita la buena señora a conocer algunas piezas. Entramos en el salón, que se ofrece con la misma presencia que tenía en tiempos, con el único añadido de la chimenea, traída de otra parte de la casa.
Nos explica que la iniciativa de convertir en hotel la mansión es del dueño de otro hotel de la ciudad, el "Huerta Honda", que la compró no directamente al conde sino a otro señor, que sí la había adquirido de los sucesores para convertirla en su propia vivienda. Este señor se dedicaba al negocio del vino y aprovecha para detallarme que iba mucho a Jerez de la Frontera, con una de cuyas bodegas tenía relación.
Pasamos a conocer dos habitaciones, la que se conoce como "Litri" y la suite "Conde de la Corte", que es la principal y era el auténtico dormitorio del Conde.
Todas las habitaciones hoteleras lucen nombres de toreros o de ganaderos, con los correspondientes hierros en la puerta.
Cuando ve mi entusiasmo la gobernanta me ofrece el regalo de un libro que tienen en el hotel y que me puede servir para obtener más datos. Envía a una empleada a buscarlo y cuando me lo da confiesa: "es el primer ejemplar que regalamos pero creo que mi jefe se sentirá satisfecho". Lo veo y compruebo que es "Conde de la Corte: Ganadería madre de la Sangre Brava", el prologado por JLMM, curiosidades de la vida.
También me participa su afición a los toros y añade que un primo suyo ha comprado hace poco unas cuantas cabezas y quiere formar ganadería brava, en el pueblo de Alconchel, con procedencia exclusiva del Conde.
Luego visitamos el patio, dividido en tres ambientes, con aire renacentista; algo así como propio de médicis extremeños.
Y el guadarnés; ahora lo han convertido en el bar del hotel, sólo para clientes. Resulta coqueto, ideal para velada tras la cena. La decoración es plenamente taurina, con carteles de hasta el siglo diecinueve; vi uno de la plaza de Cádiz, esa plaza que ya no existe ¿hasta cuándo? Algún cenicero recoge el hierro ganadero, por cierto un elemento gráfico que no está muy representado entre la decoración.
Le repito las gracias a la gobernanta y me contesta que sólo quiere que, si puedo, cite lo de la transformación del domicilio del Conde de la Corte en hotel en esa biografía que voy a hacer "para ese libro importante que dice".
Cruzo despacio el patio y me paro entre las columnas de mármol para echar una última ojeada. Realmente es un hotel con encanto; el personal es encantador y pienso que los clientes saldrán encantados. Mi encanto ha sido haber conocido la atmósfera íntima en que vivió don Agustín Mendoza Montero, aquel ganadero "cuyos toros ellos solos se alaban".
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