jueves, 30 de abril de 2020

Cuando la leche entró en la dieta adulta

7.000 años atrás se consumían leche y lácteos en la costa atlántica europea, según revelan los restos hallados en cerámicas de la época.

Los resultados de un trabajo de Miriam Cubas, investigadora de la Universidad de Oviedo, que ha publicado la revista 'Nature Communications', revelan aspectos inéditos sobre las prácticas culinarias de estas primeras sociedades agrícolas. Éstas no eran iguales en el norte que en el sur, donde el empleo de lácteos era menor. La existencia del ganado bovino en el norte y una ganadería mayoritariamente de ovicaprinos en el sur de Europa se apunta como la razón que la diferencia. Incluso hoy las mutaciones genéticas que permiten a los adultos digerir la lactosa tienen mayor presencia en la zona noroeste de Europa que en las regiones del sur.



Las pruebas han sido aportadas por los restos orgánicos conservados en cerámicas del Neolítico antiguo procedentes de 24 yacimientos arqueológicos. El campo de trabajo va desde Portugal el Báltico, incluyendo el asturiano de Los Canes, en Cabrales. Los restos prueban que se están consumiendo leches y derivados, yogur, algún requesón. Hasta ahora se pensaba que la mutación genética que nos permite comer lácteos a los humanos se produjo por el 4.000 años aC. Sin embargo, estas cerámicas son anteriores.

El estudio consistió en el análisis químico de los lípidos preservados en las vasijas prehistóricas. Los resultados permiten explorar los distintos usos de estos recipientes por parte de las comunidades neolíticas y su relación con las actividades como la agricultura y la ganadería.

Uno de los hallazgos más sorprendentes es la ausencia de alimentos marinos en las cerámicas documentadas (una excepción es la zona del Báltico); Miriam Cubas cree que no se empleaba esa cerámica para prepararlo y que el pesado se comería de otra manera. También existe la posibilidad de que esos lácteos estén ahí como restos de algún tipo de ritual. Los menús de la Prehistoria eran sencillos y se componían básicamente de trigo y carne de rumiante, seguramente oveja o cabra, que se cocía sin más, pues los investigadores no han podido dar con ningún tipo de especias.

El trabajo se convierte en una de las comparaciones regionales más amplias que se han publicado hasta el momento sobre el uso de la cerámica durante la Prehistoria.








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