jueves, 9 de abril de 2020

La cuarta copa (una lectura de Jueves Santo)

Jesús en la Cruz dijo "todo se ha cumplido” antes de entregar su espíritu. Una interpretación clásica atribuye la frase a que se había logrado la redención del hombre. Sin embargo, según San Pablo la salvación no se consuma con la muerte de Jesús sino con su resurrección. El teólogo Scott Han, convertido del protestantismo al catolicismo, da una interpretación diferente y elaborada .

Jesús era judío y la pascua judía recordaba, y recuerda, la liberación del pueblo hebreo tras la esclavitud en Egipto. Con la última plaga de las diez, la muerte de los primogénitos egipcios, Dios da indicaciones sobre la cena de los israelitas esa noche. El Éxodo explica las regulaciones y establece la liturgia pascual, que debía ejecutarse fielmente por los judíos ya siempre.



Según la tradición judía, en la cena de pascua las fases están marcadas por cuatro copas de vino, que debe tomar todo el mundo incluidos los más pobres. La primera copa es de la bendición. La segunda copa da inicio a la liturgia pascual donde se relata la historia del éxodo y se canta el Salmo 113. La tercera copa, de la redención, está relacionada con la cena y lo que se come, pan sin levadura, hierbas amargas y cordero; se reservaba un trocito de pan para el final. Entre la tercera y cuarta copa está prohibido tomar vino y se cantan los salmos del 114 al 118. La cuarta copa, la copa de la consumación de la promesa, da fin a la celebración pascual.

En el relato evangélico parece que hay tres copas. Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros». Luego tomó el pan y lo dio a sus discípulos. Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por vosotros. Desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Después de la cena, lo que indica que fue la tercera copa. Los evangelios dicen que “después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos”. O sea, no se tomó la copa final.



Jesús no bebió en la cena la cuarta copa, sabiendo lo que eso significaba, y además afirmó que no volvería a beber del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios. Por tanto, aparentemente, no celebró al completo la pascua judía intencionalmente. ¿Por qué?

En el huerto de Getsemaní Jesús oró: «Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». Reza al Padre tres veces pidiéndole que lo libre del “cáliz”. Hoy es habitual atribuir a esta palabra el significado de "pasión", pero entonces debió ser extraño comparar un padecimiento con un cáliz, o sea, una copa. Sin embargo, ahí Jesús se está refiriendo a la cuarta copa, la que culmina el rito pascual.



Cuando iba camino del Calvario le ofrecieron vino con hiel (con efecto sedante); habría podido ser la cuarta copa  pero no quiso tomarla, como si aún no fuera el momento. Cuando estaba en la Cruz, “sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: 'Tengo sed'. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: 'Todo se ha cumplido. E inclinando la cabeza, entregó su espíritu'”. Al decir Jesús «Todo se ha cumplido» vemos que toma la cuarta copa (con vinagre, fruto de la vid), y culmina así la celebración pascual, su sacrificio pascual.



Por tanto, Jesús no acabó la celebración de la pascua en la última cena sino que la extendió a la Cruz, donde la consumó con su propia muerte. El sacrificio de Jesús comenzó no con la pasión sino con la cena de Pascua y esta celebración, a su vez, no terminó en el Cenáculo sino en el Calvario. Jesús une la cena de pascua con su muerte en la Cruz, llevando el rito pascual de la ley judía a su momento de plenitud (“No vine a abolir la Ley sino a darle cumplimiento”).

Como dice Luciana Rogowicz, judía y católica, Jesús toma la cuarta copa en la cruz y se nos ofrece él mismo como la cuarta copa. Al “traspasarlo” con la lanza brotan de su interior sangre y agua, del mismo modo que el vino en las copas de la pascua judía era mezclado con agua. De Jesús, hecho cáliz, podemos beber dando gracias por la nueva liberación, la “Nueva Alianza”, de manera que “jamás volveremos a tener sed”.






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