Arqueólogos de la Universidad de Jaén han localizado en Mengíbar el Arco de Jano, monumento que ejercía de línea divisoria entre dos provincias romanas, la Tarraconense y la Bética, en la vía Augusta. Oficia, además, de kilómetro cero de la segunda. La importancia histórica de este hallazgo es extraordinaria porque delimita formalmente la frontera entre ambos territorios. También tendrá repercusiones en el arte por el descubrimiento, en la excavación, de elementos arquitectónicos de los que apenas hay presencia en España.
Erigido en época del emperador Augusto en el año 2 aC, es el arco romano más antiguo de la Península Ibérica. A partir del siglo XIX los investigadores siguieron la pista de las inscripciones de los miliarios y de los estudios que situaban el arco en esta zona del Guadalquivir. El director del proyecto de excavación, Juan Pedro Bellón, buscó vestigios en el río antes de hallarlo en el Camino de los Romanos, a tres kilómetros de distancia del municipio de Mengíbar.
Los arqueólogos han descubierto en buen estado la cimentación del Arco, atravesada por la vía Augusta. Un equipo de expertos italianos se trasladará hasta Jaén para determinar sus medidas, pero Bellón ha avanzado que la anchura aproximada del monumento era de 15 metros y su altura de 8 metros. Y como el tipo de piedra es similar al de la torre medieval de Mengíbar está convencido de que en el siglo XIII se desmontó el Arco para construir el que hasta hoy es el principal símbolo arquitectónico del municipio.
Las molduras, restos de sillería y otros elementos arquitectónicos encontrados en la excavación permitirán conocer la estructura, el estilo y las dimensiones del arco que marcaba el inicio de la provincia romana Bética sobre la principal vía de comunicación de Hispania, razones suficientes, según el descubridor, para que se inicie la declaración de bien de interés cultural, tanto más cuanto que su importancia transciende el ámbito local. A su juicio, marca un hito tanto por su aportación a la historia como porque se construye en la época de mayor esplendor de Roma a instancia de Augusto, su primer emperador.
Para Antonio Pizzo, vicedirector de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, con el descubrimiento culmina una búsqueda de décadas iniciada a partir de diversas pistas sobre la ubicación. Este experto cita las aportadas por dos miliarios, de Tiberio y Domiciano, en los que se alude al arco de entrada a la Bética. «Todos sabían que estaba ahí, pero nadie la había encontrado», ha dicho, a fin de destacar que un hallazgo de primer nivel. Ha aclarado, además, que el arco, origen de una vía, no es honorífico, sino territorial. Y, en este punto, ha precisado que no delimita espacios urbanos sino provincias, lo que le otorga más valor.
Al igual que Bellón y Pizzo, el director del instituto universitario de investigación arqueológica ibérica, Manuel Molinos, ha resaltado también la importancia del arco. Tras aclarar que disipará determinadas incógnitas respecto a su localización a la entrada a la Bética, ha destacado también que el descubrimiento pone de manifiesto que en la Hispania romana todos los caminos importantes pasaban por lo que es hoy Jaén, territorio atravesado por varias vías, entre ellas la Augusta, cuyos 1.500 kilómetros de longitud enlazaban las actuales ciudades de Cádiz y Narbona.
El arco de Augusto apuntala el rango de Jaén como franquicia de Roma. Así, el monumento se ha descubierto cerca de cerro Maquiz, el lugar en el que las tropas de Escipión el Africano asediaron a la ciudad ibera de Iliturgi, luego aniquilada. En la provincia también se ha descubierto recientemente un anfiteatro con capacidad para 10.000 espectadores en Porcuna, la antigua villa de Obulco, y a escasos kilómetros, en Cástulo, son constantes los hallazgos de la época; entre los que destaca el mosaico de los amores.
En este sentido, la creación de esta nueva provincia Betica estaría asociada a la idea de dotarla de unos límites propios y también una concepción propia del espacio provincial. Por ello, la principal vía de articulación de toda Hispania, la Vía Augusta, fue el lugar idóneo para emplazar el célebre ‘Ianus Augustus’; situado en el inicio de la provincia Bética, era el punto de arranque para contar las millas de la vía Augusta en todo el territorio bético. Se trata del único caput viae citado en la documentación epigráfica viaria, relacionado estrechamente con la propaganda que Augusto quiso hacer, no sólo en este punto concreto, sino a nivel provincial.
La vía Augusta se convirtió en el principal eje de comunicación a partir del siglo I dC en Hispania, siendo la calzada romana más larga de la península, con una longitud aproximada de 1.500 km. Su trazado discurría desde los Pirineos hasta Cádiz. Sus etapas, distancias y mansiones quedaron grabados en los célebres ‘Vasos de Vicarello’, en los que fueron grabados los nombres y millas partiendo de Gades hasta finalizar en Roma. La Vía Augusta rinde homenaje a su impulsor, el primer emperador, Octavio Augusto, plenamente consciente de la importancia de la red viaria como infraestructura vital para el desarrollo imperial de Roma en Hispania.
La primera referencia escrita a la Vía Augusta aparece en la Geografía de Estrabón, en el siglo I aC. En ella, el geógrafo griego hace mención a un itinerario del Levante mediterráneo que conectaba las provincias de Hispania: la Ulterior, al sur del Ebro, (que en el 19 a.C. se dividió en Bética y Lusitania y vio reducidos sus límites, quedando bajo dominio senatorial) y la Citerior, situada al norte, que pasó a denominarse Tarraconense, y que vería aumentado su tamaño, ya que pasó a administrar la zona minera oriental de la Ulterior (hasta el distrito minero de Linares), de grandes posibilidades económicas.
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