Hoy se cumplen setenta y cinco años. El 31 de diciembre de 1936 Miguel de Unamuno recibió en su casa de Salamanca al profesor Bartolomé Aragón. En la conversación tuvo un lugar destacado la guerra civil que había empezado unos meses antes.
El visitante le dijo que a veces pensaba que Dios le había vuelto la espalda a España disponiendo de sus mejores hijos. Entonces Unamuno se inclinó hacia la mesa camilla, dio un golpe sobre ella y dijo: «¡No! ¡Eso no puede ser, Aragón! Dios no puede volverle la espalda a España. España se salvará porque tiene que salvarse». Dicho lo cual murió.
En la lápida de su nicho, en el cementerio salamantino, escribieron los cuatro versos que el filósofo había preparado hacía tiempo:
Méteme, Padre eterno, en tu pecho,
misterioso hogar,
dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar.
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Transgresiones y regresiones marinas en el Geoparque
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inunda un continente, desplazándose la línea de costa tierra adentro, hasta
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Hace 11 años
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