Esta mañana he fotografiado, por segunda vez, al Ídolo de Tíjola. Es una pieza arqueológica que procede de este municipio almeriense y se adscribe al Neolítico.
El abate Henry Breuil, al hablar del dolmen de Tíjola en su obra "Las pinturas Rupestres Esquemáticas de la Península Ibérica" (1934), lo describe como "estatuilla plana de esteatita de 15 cm de alta, la cabeza rectangular está sostenida por un cuello bastante largo, elevándose sobre los hombros angulosos, de donde caen dos largos brazos paralelos al cuerpo; del busto, poco importante, cae el vestido ensanchándose progresivamente hacia los pies ausentes". Su anchura es de 4,5 cm.
Lenyéndole a Breuil lo de "cuello bastante largo" y "largos brazos" entran ganas de pensar que el francés no había visto la pieza y hablaba sólo de oídas, lo cual era menos infrecuente de lo que podríamos suponer en los testimonios de estos investigadores de campo.
El Ídolo fue encontrado, posiblemente en 1880, en "La Muela del Ajo", paraje de los Blanquizales, por el párroco don Miguel Bolea Sintas, aficionado a la arqueología y amigo de Siret.
En carta con fecha de 1.881 describe cómo fue descubierta la estatuilla y la forma de la sepultura: "En una finca situada a media legua al N.E. de esta villa, fui al cortijo de los Blanquizales y sitio que llamaban Sepultura de Moros. Estaba ésta formada por losas de pizarras que medían 1,150 metros de largo por 0,75 de ancho; formaban un círculo de unos dos metros de diámetro, y se veía el centro ocupado por huesos humanos, contenidos en tierra rojiza y negra que rellenaba los craneos y revestía los otros huesos que se hallaban en completo desorden. Hice levantar la tierra que cubría la parte superior y aparecieron tal vez mas de veinte cráneos. Lo primero que llamó mi atención fue el objeto de esteatita que le remito, y que se hallaba en un cráneo lleno de tierra; cuando se habian separado casi todos los huesos apareció un hacha de diorita."
Aunque Menéndez y Pelayo habla de "una escultura que reproduce muy toscamente la figura femenina hallada en Tíjola el año 1881", su primera publicación, en 1890, se debe a Vilanova Piera, en la "Historia General de España" dirigida por Cánovas del Castillo.
El hecho de estar en el cráneo de un cadáver ha servido para que se le atribuya un carácter mágico o religioso.
La primera vez que lo fotografié estaba colocado en la vitrina por el lado opuesto al de ahora y se le veía la signatura escrita a rotulador (de punta fina, eso sí).
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