jueves, 27 de marzo de 2008

Lascuta y su Bronce

Alcala de los Gazules: Torre Lascutana

El lugar

En Alcalá de los Gazules (Cádiz), junto a la carretera Alcalá de los Gazules-San José del Valle y al Arroyo de los Álamos, a diez kms del pueblo, hay un cerro amesetado, llamado la Mesa del Esparragal, que forma parte de las estribaciones de la Sierra del Aljibe.

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Se trata de un lugar apto para el asentamiento de un núcleo de población y, como tal, ocupado desde el calcolítico, aunque de esta época no hay evidencias arqueológicas salvo la propia situación del terreno y sus condiciones naturales que ofrecen defensa, reforzada con estructuras de fábrica hoy desmoronadas.

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En el punto más alto, a 230 ms sobre el nivel del mar, hay un vértice geodésico, a partir del cual se extiende una gran explanada rectangular (con una inclinación, como un plano basculante), suficiente para asentarse una ciudad de dimensiones respetables. En el lado contrario al vértice, el menos elevado del rectángulo, hay una torre. En la siguiente foto se ve cómo la torre está más baja que el vértice geodésico; el desnivel se percibe por la sombra (este detalle es importante para resolver una cuestión que planteremos más adelante).

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Entre torre y vértice hay una distancia de cuatrocientos cincuenta metros. Toda la explanada está cubierta de piedras amontonadas y fragmentos cerámicos, clarísimos restos de construcciones en abundancia y disposición tales que indican la existencia de un núcleo urbano. Esos montones de cascajos constituyen un hábitat ideal para el desarrollo de esparragueras, originando un esparragal, lo que ha dado lugar al nombre de la mesa. Se trata, en opinión generalizada, de un asentamiento de origen feniciopúnico y romano, que se conoce por las monedas libiofenices encontradas, acuñadas en fecha indeterminada, con iconografía púnica (palmas, espigas, altares semíticos, Melkart helenizado,

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elefantes mirando a un lado,

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elefantes mirando al otro lado...)

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y leyendas bilingües

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(lskw't);

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los tipos de monedas son ases y semises, que nos hablan, a través de la espiga o del ánfora, de un insólito Melkart agrario

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y, por el pilar-altar-tumba, incluso con una urna y una jarra a los lados, de una relación con el templo gaditano.

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Este altar aparece en las monedas más antiguas de Lascuta. La imagen más curiosa aparece en algunos ases y es un jabalí con un serpiente enroscándose, símbolo del enfrentamiento entre el elemento púnico (representado por el símbolo religioso de la serpiente) y la teminada influencia de Hasta (representada por el jabalí, símbolo religioso celta).

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También se conoce Lascuta por ser citada en textos más tardíos como ciudad estipendiaria perteneciente al "Conventus Gaditanus", como ya quedó dicho, en otra ocasión, aquí mismo en Celtiberia.net, hablando de un texto de Plinio en http://www. celtiberia.net/articulo.asp?id=478 . La explanada está dividida en dos mitades por el residuo de una estructura lineal de 630 ms, que sugiere una muralla de una época anterior a la torre, cuando la población ocuparía sólo la mitad superior.

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La ciudad debió crecer, superando tal mediana, y necesitaría levantar otra cerca, ahora con el complemento de la torre, situada en el punto de menos defensa natural, es decir, la parte más baja de la explanada. La torre debió estar reforzada con algún antemuro u otro complemento defensivo, del que se conservan vestigios en la parte delantera, que es además donde está situada la entrada a la ciudad.

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En un cortado que hay debajo de la torre existe un manantial de agua continuo (incluso en verano), aprovechado con dos pilones de piedra. Debió servir para el suministro de la población desde los primeros tiempos de la ocupación del cerro. Pudo ser determinante para que este cerro estuviera habitado durante mucho tiempo habida cuenta de la necesidad de que el aprovisionamiento de agua estuviera cercano, cosa no frecuente en sitios elevados. En este lugar que estamos describiendo se encontró en 1840 el Bronce de Lascuta.

El documento

El Bronce de Lascuta es una placa de bronce con una inscripción latina. Está datado en el año 189 a.C. Es, por tanto, el documento escrito en latín más antiguo de España. Fue estudiado por Hübner y Mommsen, en el siglo XIX, y por d'Ors y Saumagne, en el XX (y recientemente por López Castro).

Su transcripción reza así: L. AIMILIVS L. F. INPEIRATOR DECREIVIT | VTEI QVEI HASTENSIVM SERVEI | IN TVRRI LAVSCUTANA HABITARENT | LIBEREI ESSENT AGRVM OPPIDVMQV(e) QVOD EA TEMPESTATE POSEDISENT | ITEM POSSIDERE HABEREQVE | IOVSIT DVM POPLVS SENATVSQVE | ROMANVS VELLET ACT(um) IN CASTREIS | A(nte) D(iem) XII K(alendas) FEBR(uarias).

Su traducción puede ser así: "Lucio Emilio, hijo de Lucio, general, decretó que quienes, siendo siervos de los hastienses, habitaban en la torre Lascutana, fuesen libres. Del mismo modo ordenó que tuvieran la posesión y conservaran las tierras y el núcleo urbano que poseyeran en aquel momento, mientras quisieran el pueblo y el Senado Romano. Dado en el campamento doce días antes de las Kalendas de Febrero (19 de enero)".

Constituye un importantes testimonio de la temprana presencia romana en Cádiz. Contiene el famoso decreto del general Lucio Paulo Emilio por el que se otorga libertad a los siervos de Asta que habitaban en la Torre de Lascuta. Explica que se considera a los habitantes de esa zona como hombres libres, mientras el Senado de Roma así lo determine.

Esta acción la ha explicado el profesor Roldán como una consecuencia de las razzias que, en los años 190-189, los lusitanos venían haciendo sobre el valle del Betis. Algunas ciudades, entre las que debe contarse Hasta Regia, aprovecharon aquel momento de turbulencias para levantarse contra Roma. Los habitantes de la Turris Lascutana, un lugar sometido a servidumbre dentro del territorio de Hasta Regia, se debieron colocar del lado romano. Cuando Emilio Paulo venció en la revuelta, emitió, en agradecimiento, el decreto.

La situación aparente de los lascutanos no era de esclavitud sino de servidumbre (servei), en expresión del propio documento. Ahora bien, es posible pensar que realmente no fuera ni siquiera de servidumbre, sino de habitantes de una ciudad perteneciente al área de influencia de Hasta. Como ésta resultaba especialmente díscola a Roma, la liberación de Lascuta no debió ser sólo un castigo a aquélla sino un acto de propaganda (podemos calificar de política, pues la política es la continuación de la guerra por otros medios); diciendo que los lascutanos eran siervos se justificaba el castigo a Hasta dado en forma de segregación de su término territorial. Tal hecho parece un antecedente lejano de las segregaciones municipales que en nuestros días se producen de vez en cuando; precisamente, Jerez de la Frontera (heredera de Hasta) tenía un extenso término municipal, del que se segregó Puerto Real y, hace poco, San José del Valle (puede que las segregaciones no hayan acabado en su término aún). O sea, el Bronce de Lascuta recoge la primera segregación municipal sufrida por Jerez, dicho sea un tanto en broma.

Llama la atención esa inversión de la expresión "senatus populusque Romanus" por "poplus senatusque Romanus". Mommsen la explicó por la primacía temporal de los actos del populus, como si el uso de "senatus populusque Romanus" dominara sólo desde Sila o César. Para Fernando Martín, la fórmula fue desde el principio y siempre "senatus populusque Romanus"; la inversión se explica por tratarse de una "adsignatio agrorum". El agro era propiedad del populus, por lo que se requería su intervención, mientras que el senado tenía una función secundaria de corroboración; la explicación, pues, no es sólo cronológica, sino material.

La Torre

La Torre Lascutana, que data al menos del siglo II a.C., pudo ser con altísima probabilidad la fortaleza situada en la Mesa del Esparragal (no está en la Mesa de Ortega, como dicen algunos, ni en el Cerro de la Coracha, como dicen otros, ni tampoco en Cerro Redondo). Hasta allí llegaban los dominios de Hasta Regia.

Algunos la enmarcan en el grupo de "Turres Hannibalis", construidas entre el 400 y el 200 a.C. por los cartagineses (no todas por Aníbal, claro). Si la torre fue construída por los cartagineses, la fase de la mitad superior de la explanada debió ser ocupada en tiempos anteriores, por los fenicios o por indígenas, tartesios o turdetanos (lo que, lejos de ser raro, coincidiría con Ocuri, donde se conserva un lienzo de muralla ciclópea de factura turdetana). No debe extrañar que contemplemos una ocupación fenicia. Va siendo hora de dejar de pensar que las colonias fenicias se limitaron a la línea de costa. Debieron asentarse también tierra adentro, si lo necesitaban, pongo por caso, para explotar las salinas del interior, de las que en la provincia de Cádiz hay varios ejemplos, como la de Hortales (junto a Iptuci, donde también apareció un bronce), la de Arroyomolinos (hoy bajo las aguas del embalse de Zahara), o las generadas por los diversos río llamados Salado. Junto a Lascuta había unas salinas (en Venta la Liebre y en Peña Arpada), en funcionamiento hasta la década de los sesenta, y en Alcalá está aún Fuente Salada.

Me voy a atrever a elaborar un gráfico (sobre soporte del google earth) referido a las tres fases de ocupación histórica de la Mesa del Esparragal. La línea roja señala el perímetro que le atribuyo al castro prehistórico situado en el punto más elevado de la mesa; la línea azul marca el trazado de la cerca prepúnica (fenicia o indígena) y la línea verde indica el muro correpondiente a la fecha de construcción de la "Hannibalis Turris", de manera que la interrupción, al norte de la explanada, señala el punto donde se debió situar la única puerta, aneja a la torre.

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Ahora bien, alguien ha planteado que hay "Turris Lascutana" y "oppidumm Lascut" o Lascuta. Entonces, la torre pudo estar en la ciudad (como defiende García Moreno) o pudo estar separada de ella (posibilidad por la que se inclina A. Tovar). Yo creo que torre y ciudad estaban juntas; no puede decir otra cosa el que haya visitado el sitio. Esto es así no sólo por la extensión de la mesa, capaz de una ciudad, o por los restos materiales, que son suficiente indicio, sino por el dato cuasimatemático de que la torre está en el extremo más bajo de la explanada; de haberse construído sólo una torre (sin ciudad), se habría situado en el punto más alto, al lado contrario, donde hoy está el vértice geodésico (lo que se comprende mejor viendo la foto puesta un poco más arriba).

De todas formas, Lascuta estaba dominando el paso de la vía romana que unía Carteia con Corduba; de ahí el interés de los conquistadores en desligar este núcleo estratégico del dominio sobre él ejercido hasta ahora por una ciudad poco amiga de Roma como Hasta.

La carretera Alcalá de los Gazules-San José del Valle se superpone a lo largo de cuatrocientos cincuenta metros al trazado de la calzada romana; ésta proviene por el este de la antigua Oba (Jimena de la Frontera) y su último paso es un caserío actual llamado "Puerto de la Parada", nombre que informa de una posible "mansio", donde hoy se elabora un rico pan campero de horno de leña en forma de teleras. La superposición que decimos comienza junto al cortijo "Santos Nuevos", que ocupa el lugar de la desaparecida ermita (paleocristiana o visigoda) de los Santos Nuevos, donde se encontraron reliquias de los Santos Mártires Servando, Germán, Saturnino, Justa y Rufina así como del precursor San Juan, que se guardan actualmente -junto a la lápida que los identifica- en la Parroquia de San Jorge.

El trazado de la calzada abandona la carretera hacia el oeste y, ascendiendo, busca directamente la Mesa, por la que pasa en el punto donde está la fuente que, dijimos, mana todo el año. El camino que sale de la torre busca la vía romana en diagonal (para salvar el precipicio de la fuente) y la encuentra al cabo de unos doscientos metros.

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Después la vía marchaba hacia Saguntia (Baños de Gigonza), Lacca, (cerca de Arcos), Iptuci (Prado del Rey), Ocuri (Ubrique) y Acinipo (Ronda). Por su parte, Hasta Regia se asentaba donde ahora está Mesas de Asta, barriada rural de Jerez de la Frontera. Entre Hasta y la Turris había una distancia de 50 km en línea recta.

Es curioso que el perfil topográfico de la Mesa del Esparragal (Lascuta) recuerda muchísimo al de Mesas de Asta (Hasta Regia); es posible que tal semejanza impulsara a los astenses a mantener una ciudad alejada pero en un lugar dotado con el mismo tipo de urbanismo con el que estaban familiarizados.

¿Y hoy? Lo que hoy queda sobre el terreno es una torre reconstruida o restaurada con restos romanos similares a los que abundan por toda la explanada; presenta una altura de doce metros.

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La factura actual es medieval, no exactamente visigoda como se afirma en algún sitio. Tal afirmación puede haber estado motivada por la inmediatez de la ermita de los Santos Nuevos y por la proximidad de Medina-Sidonia, cuya vista se tiene casi a tiro de piedra desde lo alto de la Mesa; es posible que ambos núcleos estuvieran muy relaccionados cuando Asidonia era, en época visigoda, la población más pujante del "Conventus Gaditanus".

Consideramos (salvo mejor parecer) que la factura es más bien almohade, aunque no hay muestra de encintado en el paramento; nos basamos en que era habitual en este pueblo invasor la restauración y la reutilización de sillares romanos, junto con la bóveda de ladrillo, como las dos que existen precisamente en el interior. Una bóveda, "en rosca", en perfecto estado aún, delimita la primera planta, que está siendo utilizada como pajar, y la otra, hoy residual en los arranques, separaba la segunda planta de la terraza o atalaya.

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Ciertamente, los sillares están colocados en hiladas a soga, cuando los almohades solían colocarlos a soga y tizón, pero resulta que esta alternancia era manejada ya por los romanos y conocida asimismo por los visigodos, con lo que es un detalle que no aporta claridad sobre la datación. No obstante, en época almohade no debía quedar población en el lugar, ya que la próxima Alcalá estaba bien desarrollada; esto no es obstáculo para que fuera interesante mantener una torre-fortaleza en buenas condiciones, como defensa del territorio.

Sobresale como elemento reutilizado una posible estela situada como piedra angular, casi a nivel del suelo; presenta un campo rebajado al que se le ha eliminado la leyenda.

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Pero lo que más atrae es la reutilización, como jambas y dintel en la puerta de acceso actual, de tres magníficos sillares de factura romana que debieron pertenecer en otro tiempo a alguna construcción noble. Esta puerta está en la cara que da al exterior de la explanada; por ello, debió abrirse cuando habían pasado los tiempos de guerra (antes el acceso se haría con escala y por la ventana que hay a media altura en una cara lateral). Dicho de otro modo, la reutilización es posterior al siglo XV; antes debieron abundar por aquí los restos pero después el saqueo continuo se ha llevado casi todo.

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Se observan en las cuatro caras tres fases constructivas (o reconstructivas) representadas por tres fajas del paramento, siendo la central la más ancha; pueden referirse cada una a la época púnico-romana, a la almohade (¿o visigoda?) y a la cristiana. Esta última fase debió tener lugar a la par que la reconstrucción de otras fortalezas próximas, que pasaron, a fines del siglo XIII y principios del XIV, de manos musulmanas a cristianas sin cambiar de uso, cual era constituir una línea fronteriza, como por ejemplo el castillo de Torrestrella, inmediato a la vista (aunque a once kilómetros y medio en línea recta).

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La misma secuencia es más clara si se observan las sillares de las cuatro aristas. Hasta una altura de tres metros se trata de sillares más grandes y de tipología "romana"; sobre ellos vienen sillares más pequeños y más finamente tallados en piedra de distinta textura y color; los superiores son más pequeños aún y faltan en gran parte.

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Creemos que a partir del siglo XVI la torre perdió todo su interés militar y fue abandonada como tal en beneficio de un uso agropecuario, con el que ha llegado a nuestros días.

Conservación

El bronce se encuentra hoy en el Museo del Louvre (París). El motivo de que esta inscripción tan importante se encuentre allí es que el ingeniero que la encontró era francés; ésta es la explicación que da R. González, aunque otra versión habla de su hallazgo por unos carboneros, de los que lo adquirió en 1867 Lazesky, cónsul belga en España.

Fue uno de los bronces latinos más tempranamente hallados en España (lo había precedido el Bronce de Riotinto, documento imperial hallado en el siglo XVIII). El Gobierno español, a comienzos del siglo XX, intentó por vía diplomática la vuelta de la pieza arqueológica a nuestra tierra, pero sin resultado. No obstante, en el ayuntamiento de Alcalá de los Gazules existe una reproducción en bronce y en el Museo Arqueológico de Jerez, una gráfica.

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