Me dirijo a participar en la lectura de un manifiesto que lanza la Plataforma "Libres e Iguales", ante la amenaza de los independentistas catalanes de organizar un referendum ilegal.
Quiero apoyar con mi presencia una afirmación de españolidad. Voy a Cádiz, cuna de la libertad; Cádiz, fuente de la libertad.
El lugar elegido es la Plaza de España. Allí está, a un lado, el Palacio de la Aduana, que funcionó como Casa de Contratación para regular el comercio con América durante los siglos dieciocho y diecinueve; ahora es sede de la Diputación Provincial. Allí está, a otro, la casa de las Cinco Torres, ejemplo de urbanismo de una época espléndida. Mas, sobre todo, allí está el monumento a las Cortes de Cádiz, aquellas que elaboraron la Constitución de 1812, texto que consagró la soberanía nacional; aquéllas en la que tuvieron intervención tan destacada los diputados catalanes, entre ellos Antonio Capmany, quien luchó por que se considerara a la fiesta de los toros como la Fiesta Nacional.
La mañana no está soleada y hay nubes que impiden un ambiente brillante. Sin embargo, no llega a hacer frío.
Nos reunimos frente al hemiciclo del parlamento de la reproducción monumental. No somos muchos, para los que debíamos de ser; no llegamos a ciento cincuenta personas. El encargado de dar lectura al manifiesto es Jesús Maeso de la Torre, escritor jiennense afincado en la capital gaditana. Se entona con voz serena haciendo una introducción explicatoria de la lectura del texto que le han enviado hace unos minutos. Será un texto idéntico al que leerán otros en cada una de las cincuenta y dos capitales españolas. Me recuerda a lo de la jura de La Pepa, hace dos siglos. El lector dice lo que sigue.
Ciudadanos:
Todos nosotros tenemos la suerte de vivir en un Estado de Derecho. En España. Compartimos una Constitución que ampara nuestros derechos y fija nuestros deberes. Dentro de sus límites, podemos diseñar nuestro perfil político: compartirlo con otros muchos o elegir ser distintos a todos los demás. Nuestra ciudadanía no está condicionada por el lugar donde hemos nacido o vivimos, ni por nuestro origen familiar, ni por nuestros gustos culturales o ideológicos. Somos ciudadanos, es decir gobernantes, del territorio plural que gestiona nuestro Estado.
Mañana, en una de las regiones españolas, tan nuestra como el resto, se va a proceder a un acto simulado de democracia con la intención de privarnos de una parte de nuestra soberanía ciudadana y de mutilar nuestros derechos políticos.
Queremos denunciar alto y claro este atropello. Queremos seguir compartiendo con todos los ciudadanos españoles nuestra soberanía. Queremos defender este país unido ante los que pretenden su mutilación sectaria. No reconocemos legitimidad alguna a los intentos de fragmentar nuestra ciudadanía apelando a supuestos derechos preconstitucionales.
Y, por tanto, exigimos del gobierno del Estado español que defienda con firmeza nuestra ciudadanía común.
Cádiz, a 8 de noviembre de 2014.
Tras la lectura alguien del público grita "Viva España" y luego "Viva la Constitución", gritos que son respondidos por todo el público.
Es el momento de saludar al lector y de felicitarlo. Besos van, comentarios vienen. La alcaldesa, Teo la Rubia, también da a Jesús unos besos sonoros. Yo también me acerco; es para decirle que el texto debería haber rehuido de la expresión espúrea, tan generalizada, de "este país". Me lo reconoce confesando que es expresión de los que no quieren a España, pero que él no podía alterar la lectura, que es única en todas las ciudades. Me asegura que hablará por la noche con Mario Vargas Llosa y le trasmitirá esta observación mía.
Giro sobre mis pasos para emprender el camino de vuelta y enseguida me doy cuenta de que hemos tenido unos testigos especiales, que nos han acompañado con su silencio imperturbable de piedra.
Hemos estado acompañados de Blas de Lezo, vasco que,
saliendo de Cádiz, defendió a España en Cartagena de Indias ante la mayor escuadra enemiga nunca antes reunida.
Nos ha acompañado también José Mexía de Lequerica,
personaje de origen vasco, que luchó en las milicias populares contra el ejército invasor francés y, representando a Ecuador, vino a las Cortes de Cádiz para elaborar la Constitución de 1812; aquí murió y fue enterrado.
Seguimos. Unas palomas se acercan a una fuente para beber el agua clara que sale de un borbollón refrescante.
Nosotros seguiremos viniendo a Cádiz. Seguiremos bebiendo de la fuente de la libertad, que siempre tendrá un borbollón dispuesto para refrescar al ciudadano que quiere seguir adelante.
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