El 19 de diciembre de 1796 el famoso marino Nelson navegaba con dos fragatas, la "Minerve" y la "Blanche", cerca de Cartagena cuando se encontró con dos fragatas españolas, la “Matilde”, mandada por Gastón de Iriarte, y la “Santa Sabina”, mandada por Jacobo Stuart.
Se estableció un combate entre la “Santa Sabina” y la “Minerve”, donde iba Nelson. Pese a la superioridad artillera de la fragata británica, por más de 5 a 3, el combate se prolongó durante tres horas y media, debiéndose rendir la española, con dos muertos y 48 heridos, el palo de mesana abatido y los otros dos a punto de caer, contra siete muertos y 33 heridos de la británica, pero con más suerte en la arboladura. Estas cifras y la duración del combate muestran el valor y la pericia de los españoles en el combate. Nelson puso la "Santa Sabina" a las órdenes de su amigo Hardy, con otro teniente y cuarenta hombres. En su nave, impresionado al saber que el comandante enemigo era nada menos que un Stuart, descendiente de los reyes de Escocia y de Inglaterra, lo trató con consideración, devolviéndole la espada.
Sin embargo, a las cuatro y media de la madrugada apareció la “Matilde”, que había conseguido despegarse de la “Blanche” y acudía en auxilio de su compañera, pese a ser un barco muy inferior a los dos británicos; con ello, se reanudó el combate. A la media hora de fuego, y reincorporada a Nelson la “Blanche”, se divisaron las fragatas españolas “Ceres” y “Perla”, seguidas a distancia por el gran navío de tres puentes “Príncipe de Asturias”. Entonces, Nelson comprendió que sólo le quedaba retirarse a toda vela. La “Santa Sabina” fue recuperada, cayendo prisioneros Hardy, el otro oficial y los cuarenta marineros británicos. Mientras, las otras dos fragatas perseguían a las de Nelson, causándolas otras diez u once bajas, pero los ingleses pudieron finalmente huir.
El prisionero Stuart fue puesto en libertad y canjeado por Hardy y los demás prisioneros ingleses. En el canje, Nelson escribió a Gastón: “Permito que don Jacobo vuelva a su lado con mi admiración por su valeroso comportamiento; le fue imposible prolongar la defensa. Yo he perdido muchos hombres pero en mástiles fui el más afortunado; de otra forma, habría tenido el gusto de conocerle”. Marinos españoles y británicos habían aprendido a respetarse y valorarse mutuamente.
Aquella fue una honrosa derrota naval de Nelson, que hay que sumar a la que habitualmente se menciona cuando se habla de una derrota del gran marino británico, la de su fallido intento contra Tenerife en 1797, que le costó su brazo derecho.
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