Hoy he toreado. Lo apuntaré: dieciocho de noviembre.
El presidente de la Peña "El Albero" de Conil me cursó invitación para participar de la convivencia anual que organizan con motivo del Día del Socio. Se la acepté encantado.
He salido a media mañana con M. Cuando llegamos había ya unas ciento cuarenta personas. El presi me recibió con su amabilidad habitual y me presentó a socios que yo no conocía.
Había un venenciador y todo el mundo estaba probando manzanilla. La podíamos acompañar de pescaíto frito. No está mal para empezar, pero lo mejor vendría luego.
Hay una plaza de tientas, amplia. Tenían preparados dos erales convenientemente despuntados para soltarlos. En los menesteres del desenjaule estaba ED, a quien hacía mucho que no veía; fue una alegría. Pude ver también a "Platerito de Cádiz", que en sus tiempos de novillero se hizo famoso por poner las banderillas con la boca; era amigo de Eduardo el Cano, con quien traté en Algodonales y con quien fui una noche al matadero de Cádiz a buscar vacas para torearlas en los corrales (¡qué tiempos aquellos!).
Bueno, que empiece la fiesta. Soltaron el primero y yo me bajé pero sin trebejos; me quedé en los alrededores de un burladero. Se lucieron el Guerra y el Banquete, mientras ED hacía de director de lidia. Aunque el suelo estaba embarrado, el bicho aguantó bastante.
La comida se ofreció en un salón muy bien preparado. Los langostinos no podían estar más frescos y las patatas con carne me hacían pensar que la segunda sesión de toreo iba a resultar dificultosa por las digestiones pesadas.
Estamos en la plaza de nuevo y salen los mismos que por la mañana. En el tendido estaba todo el mundo viendo sin pagar. En éstas, el presi se acerca a mi burladero y me dice "ahora tienes que salir" dándome su muleta y estoque. "No me metas en un compromiso"; me entraron ganas de dudar pero no podía echarme para atrás.
Le eché valor y me fue a los medios. El bicho me parecía más grande que desde el burladero. Le hice una serie con la mano derecha; después una serie con la izquierda iniciada con un ayudado. Me pegó un pitonazo en la rodilla pero pude rematar con el de pecho. "Ea, por ahora ya es bastante". Cuando me puse detrás del burladero empecé a respirar todo el aire, que me parecía que me faltaba; las pulsaciones debían llegar a doscientas. Cerré los ojos y me sentí muy importante. Esperaba que M. me hubiera cogido en una foto.
Cuando volvemos al salón para el café y los dulces, allí está ella de charla con una corrobla y me pregunta "¿qué, has toreado?". "¿Pero no me has visto?, ¿para eso tanto esfuerzo? Anda, acércame un mantecado de la bandeja y échame café".
Menos mal que allí estaba la mujer de ED con la cámara en ristre para dejar constancia del acontecimiento; si no, alguno iba a pensar que lo que he contado era exageración.
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