En Villanueva de la Sierra (Cáceres), junto al retablo mayor de la iglesia parroquial, a la derecha, se encuentran las imágenes de los mártires Santa Julita y Quirico, que en esta villa comparten patronazgo con Dios Padre. Se representan los personajes con vestimenta anacrónica, es decir, que no corresponde con la de la época en que vivieron. Se trata en realidad de dos imágenes, y no una, pues están separadas y soportadas en dos pedestales independientes; no hay contacto entre ambas.
Julita (o Julieta) y su hijo Quirico eran cristianos naturales de Licaonia (Asia Menor) que huyeron a Tarso cuando la persecución decretada por el emperador Diocleciano. En el año 303 el gobernador Domiciano los detuvo, condenando a la madre al suplicio en presencia de su hijo. Éste lloraba y gritaba que era cristiano, por lo que el verdugo lo arrojó violentamente al suelo muriendo del golpe; la madre, en medio del dolor, siguió confesando su fe hasta que la decapitaron. Ambos cadáveres fueron arrojados a una fosa común, de donde unos cristianos, según tradición, los sacaron para darles sepultura venerable. Son considerados abogados de los pobres y de los niños y su fiesta se celebra el 16 de junio. En el pueblo, hasta hace unos años la festividad religiosa se completaba con festejos taurinos.
Aparte de Villanueva de la Sierra, son varias las localidades en España que veneran a Santa Julita y Quirico. Por ejemplo, son patronos de Valdeolivas, pueblo de la provincia de Cuenca. También lo son de Matute, población de La Rioja, en donde celebran la romería hasta la ermita situada en el monte de San Quiles (o Quirico) portando la imagen del titular, ya que la de su madre Santa Julita es de estancia permanente. En Palacios de Alcor (Palencia) Santa Julita y Quirico son igualmente los patronos y sus imágenes se conservan, como en Villanueva de la Sierra, en la iglesia de la Asunción. El más claro ejemplo es el pueblo barcelonés de San Quirze (o Quirico) del Vallés, cuyo origen se remonta a la Edad Media, cuando sólo era una parroquia de diseminado y a cuyo alrededor luego fueron levantándose casas; la iglesia se sabe que fue consagrada en 1050 por el obispo de Barcelona. En Durro (Lérida) hay una iglesia románica dedicada a los santos; en ella figuraban unas pinturas del siglo XII alusivas al martirio y fueron llevadas, por su calidad, al Museo de Arte de Cataluña, en Barcelona. En Navarra citaremos dos pueblos; en Pueyo han reconstruído recientemente la ermita de Santa Julita y Quirico, abandonada desde los años sesenta, y han recuperado la romería, y en Navascués hay también una ermita dedicada a los dos santos. En la provincia de Álava también citaremos dos pueblos; en Ulíbarri de Cuartango hay una iglesia dedicada a los santos, con una necrópolis recientemente investigada, y en Lagrán hubo una ermita dedicada en la sierra y se arruinó en el siglo XIX pero se conserva una cueva llamada de San Quirico o San Kiliz. En fin, viniendo más cerca, encontramos que Parada de Rubiales, en la adyacente provincia de Salamanca, celebran el mismo patronazago, con imágenes veneradas en la iglesia, también, de la Asunción.
En Francia San Quirico ha dado nombre (Saint Cyr) a numerosos pueblos, pues San Amador, obispo de Auxerre, trajo sus reliquias de Oriente y dio a conocer su martirio; es uno de los patronos de la catedral de Nevers y también, con su madre, de la población de Villejuif (Villajulita).
La imagen de Santa Julita que se conserva en Villanueva presenta una anomalía en su exorno, ya que le han puesto en la mano derecha un manojo de espigas de trigo cuando verdaderamente debía llevar una palma, que es símbolo del martirio y se suele poner a todas las representaciones de santos mártires. De hecho las imágenes de Santa Julita en otros lugares lucen la palma. Probablemente en Villanueva se debió perder o deteriorar y fue sustituída con mucha voluntad y poco acierto. Siempre habrá posibilidad en el futuro de corregir tal anomalía.
No se conoce la autoría, pero una observación detallada parece que permite afirmar que las dos imágenes corresponden a dos autores distintos, si nos fijamos en los rasgos estilísticos. La imagen de la madre, representada como una dama elegante, está elaborada con cierta perfección; las líneas del rostro están cuidadas (especialmente el velo) y los pliegues del vestido sugieren en conjunto bastante bien el movimiento, aparte de estar trabajados con naturalismo; finalmente la pieza presenta un delicado escorzo. Complementariamente, luce corona plateada, con resplandor. Por contra, la imagen del niño muestra una relativa tosquedad, con pliegues mucho menos conseguidos, un trazo de la cabeza más simple y, en general, una frontalidad que imprime rigidez; carece de corona. Nos atreveríamos a sugerir que los autores pudieran ser algo así como un maestro y un alumno de su taller. Es probable que en el futuro una investigación pueda descubrir la autoría, y sería conveniente porque la imagen de Santa Julita se puede calificar como una obra de calidad.
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