Antecessor era el nombre que los romanos daban a los exploradores de las legiones que inspeccionaban el terreno a conquistar antes de llegar los soldados. Esta es la explicación que le escuché el año pasado a un arqueólogo de Atapuerca (Carlos Lorenzo) durante la charla que dio en el Museo de Jerez y es que esta especie llegó al centro de la Península Ibérica desde Europa abriendo caminos, justamente a través del Corredor de la Bureba; sin embargo, hasta entonces yo pensaba que lo de Antecessor se debía a que era considerado el antecesor común de neandertales e heidelbergenses.
Estos días se ha publicado que el cráneo de Homo antecessor, con músculos y piel incluidos, ha sido reconstruido tridimensionalmente.
Esta reconstrucción ha permitido saber que este Homo medía una altura de entre 1,60 y 1,70 m y su cerebro era de 1.000 cm cúbicos. Tenía prácticas culturales caníbales y sabía elaborar bien herramientas de piedra, por lo que era un gran cazador. Sin embargo, no manejaba el fuego, ni encendiéndolo ni siquiera conservándolo a partir de un incendio por rayo.
Este último dato contrasta con la noticia reciente de que los arqueólogos que han excavado el yacimiento de Gesher Benot Yaaqov, en el Valle del Jordán, Israel, sostienen que los seres humanos de este asentamiento hace 790.000 años ya sabían encender fuego, no sólo conservarlo a partir de un incendio. La conclusión de este contraste es que por aquí andábamos más atrasados que los que paseaban por las orillas del Jordán.Con la reconstrucción se puede ver que el rostro del Homo antecessor tenía características modernas junto con rasgos arcaicos, estos últimos especialmente en las órbitas de los ojos. Recuerdo ahora también que C.L. me admitió que ambos huesos no está comprobado que pertenezcan al mismo individuo; esto es sólo admitido como lo más probable.
Creo que sigue faltando la comprobación mediante hallazgos de esta misma especie en otros lugares del mundo. No obstante, esta reconstrucción completa de la cabeza puede ayudar a disipar dudas sobre si trata de una auténtica especie humana nueva o si se trata sólo de satisfacer el prurito de que arqueólogos españoles puedan presumir de haber descubierto una especie.