Hace poco asistí a una exposición literaria sobre la corrida de toros de este verano en El Puerto durante la cual fue indultado un toro del Marqués de Domecq.
Al acabar se inicia un coloquio absorbido desde el principio por un antitaurino, que se va directamente al ataque contra la fiesta y los aficionados. Dice sin más preámbulos:
"Ojalá se erradique pronto ésta mal llamada Fiesta Nacional, cuyo fin no es otro que la tortura y muerte del toro. Cada vez somos más los que no miramos hacia otro lado cuando vemos algo injusto y lo denunciamos públicamente.
Torturar a un ser vivo se llama tortura, no arte. Tampoco es cultura, ya que de ser así, los taurinos serían cultos.
¿Qué conciencia se tiene cuando la sociedad se horroriza ante las guerras, la violencia de género y tanta calamidad humana como nos rodea y luego se regocijan viendo como se tortura a un animal?".
¡Qué pesados son estos pesados! Siempre con los mismos comentarios... y, si no saben hacer otra cosa, por lo menos que aprender a respetar a los taurinos y no interfieran en actos organizados por otros sólo para reventarlos. Me recuerdan una enormidad a los activistas de izquierda que allá por los setenta reventaban todas las asambleas de estudiantes que se organizaran en cualquier Escuela o Facultad; no les importaba una protesta para mejorar el funcionamiento académico sino que buscaban el alboroto por el alboroto para hacer ver su intención política en cualquier marco o escenario. Estos antitaurinos buscan más el ataque al hombre que la defensa de un animal justamente porque se muestran como animalistas, es decir, ponen a los animales por encima de las personas.
Pido la palabra:
"Vamos a ver. El toro es capaz de sentir dolor, por supuesto, pero esa sensibilidad no se puede enjuiciar como si fuera sensibilidad humana. El animal adapta su sistema nervioso a sus necesidades y en la naturaleza soporta un pinchazo o un arañazo mejor que un hombre porque de otra forma sería imposible su pervivencia; de la misma manera que otros aspectos del sistema nervioso pueden ser más delicados y desarrollados que en el hombre, caso de los nervios olfativos en los predadores o los del oído en los herbívoros, también por razones de pervivencia o supervivencia. A una persona sorda el ruido más infernal puede no molestarle nada mientras que a otra de oído sensible puede levantarle dolor de cabeza y volverla loca. Es un ejemplo extremo para explicar lo anterior.
Pero, además, el toro bravo, por la particularidad de la bravura, sufre aún menos o llega a no sufrir mientras está en la lucha. Su metabolismo lo mismo que genera hormonas que le impulsan a atacar también genera las que le capacitan para mantenerse en el ataque y para afrontar fisiológicamente las consecuencias. Está científicamente comprobado que aumentan su nivel en sangre (hasta cantidades suficientes) la adrenalina, que lo prepara para la acción, y otras catecolaminas, que lo capacitan para la lucha, así como la dopamina, que (inducida por la adrenalina) le permite sentir placer en la acción de lucha, y otras que, como la morfina, le amortiguan o anulan la sensación de dolor.
Si alguien no cree que ello sea así, porque los científicos se puedieran equivocar al hacer los estudios (o los toros cobayas no informaran bien a los examinadores), basta con que se fije en qué le pasa a un hombre, por ejemplo un torero. José Tomás, el 10 de agosto en El Puerto, con dos cornadas, recibidas desde el primer momento, aguantó impasible (“literalmente, sin padecer”) dos horas de corrida (no diez minutos, como un toro) sin que nadie se enterara, ni se compadeciera por él. Los animalistas, desde luego, no se compadecieron".
El contestado no se amilana pero además hay otro que salta. Éstos están acostumbrados y no se callan así como así.
Suelta éste ahora: "Hace no demasiado tiempo, interesaba hacer creer a la gente que los indígenas americanos y los esclavos africanos con los que se comerciaban, no tenían alma. Siendo así, no podían ser humanos y las aberraciones sobre ellos no eran tales. ¿Eso es lo que nos quieres explicar con tu tesis sobre lo que siente o padece el toro bravo?.
José Tomás no pone más en peligro su vida que cualquier persona que sale de su casa cada día a trabajar. No me vengas con heroicidades, que "literalmente padeciendo" son más valientes aquellos que cada día tienen que torear mil dificultades para llevar el sustento a sus casas y ese torero gana en una tarde lo que un trabajador en dos años de trabajo".
¿Será posible? Anda, que no tengo razón en lo de la pesadez. No sólo pesados (Ussía los llamaría de otra forma) sino coordinados.
Si los llamo pesados no es porque quiera negarles derecho a expresar opinión, sino que, aparte de ser tan reiterativos, podrían utilizar sus propios cauces y dejar tranquilos a los que no piensan como ellos, que a veces más que pesados son intransigentes. En ese sentido les sugiero que creen sus propios encuentros sobre antitaurinismo; dejarían así de distorsionar uno taurino, en donde muchos querrían intervenir para hablar de toros y no se deciden por no encontrarse con gente reventadora.
Les replico: "Me admiro de cómo puede haberse sacado lo de los indígenas y esclavos de mi tesis sobre lo que padece un toro bravo. ¿Dónde he dicho algo parecido?
Desde luego, no sé si merece la pena andar contestando a quien no sabe escuchar, a quien entiende lo que no se dice, a quien no entiende lo que se dice.
Por supuesto que yo no defiendo eso de que los indígenas no tenían alma. Pero, ya metidos en harina, ¿quién decía esas cosas? ¿Quizás los Reyes Católicos, que patrocinaron el descubrimiento de América? Por supuesto que no; miren un fragmento del testamento de Isabel la Católica: “Al tiempo que nos fueron concedidas las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, nuestra principal intención fue de procurar de inducir y traer los pueblos de ellas y convertirlos a nuestra santa fe católica y enviar clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios, para instruir a los vecinos y moradores de ellas en la fe católica y enseñarles buenas costumbres; por ende suplico al rey y a mi hija que así lo hagan y que este sea su principal fin, y no consientan que los indios reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, mas manden que sean bien e justamente tratados”.
¿De ahí se saca la teoría que decía este señor sobre los indígenas? ¿Quiénes pudieron sacarla? Pues los que no seguían las directrices de los Reyes que inspiraron el Descubrimiento; a saber los esclavistas portugueses (que en Brasil iban por libre) y los británicos (que inundaron América de africanos). Cuidado, no quiero decir que faltaran esclavos en la España del siglo XVI, pero sí que los negadores del alma en los indígenas eran los británicos, poco amigos de la fiesta brava, y los portugueses, que practican la fiesta brava (¡oh sorpresa!) sin matar el toro".
Ya no me paro y vuelvo a algo del principio: "El primer comentarista decía que el toreo tampoco es cultura, ya que de ser así, los taurinos serían cultos. Al respecto, en lugar de contestar me limitaré a aportar dos notas informativas de estos días.
Primera. El cartel anunciador de la corrida en que Sebastián Castella se ha encerrado con seis toros en Nimes el 20 de septiembre de 2008 se debe a Jean Nouvel, líder estudiantil del Mayo de 68, ganador este año del Premio Pritzker -considerado el Nobel de la arquitectura-, y un enamorado de la fiesta. Nouvel, que ha diseñado en las últimas cuatro décadas más de 200 proyectos tanto en Europa como en Asia y Estados Unidos y es el superador definitivo de la arquitectura que nació con su compatriota Le Corbusier, declara una y otra vez que su sueño es construir una plaza de toros, esperando que se la encarguen pronto.
Segunda. Hoy ha salido en los medios la siguiente noticia de agencias: “Con ocasión de la publicación de la versión española de la obra, Francis Wolff, prestigioso filósofo francés, profesor de filosofía en la "Ecole Normale Supérieure de Paris", autor de numerosos libros y reconocido aficionado a la fiesta de los toros presentará el próximo viernes 3 de octubre (de 2008) a las 12, 30 horas del mediodía en la mediateca del Instituto Francés de Madrid (c/ Marqués de la Ensenada, 12) su libro "Filosofía de la corrida" que en su pais de origen fue publicado el pasado año. Moderarán el acto la Profesora de Literatura de La Sorbona parisina, Araceli Guillaume y el escritor Fernando Sánchez Dragó. La entrada será libre y gratuita”.
Estoy seguro de que estos dos ejemplos, cogidos a vuelapluma y dentro de la rabiosa actualidad, no le parecerán suficientes a los comentaristas animalistas, que seguirán pensando que sólo ellos son los cultos".
Veo que no hay ahora nadie con ganas de replicarme y entonces aprovecho para explayarme: "Por cierto, aunque nunca quise comparar los animales con los indígenas y esclavos, lo cierto es que particularmente me opongo a igualar a los animales con los humanos.
Para mí, matar a un animal, sea en las circunstancias que sean, no es delito del tipo de homicidio o de asesinato. A los animales no los considero sujetos de derechos; si es delito algún comportamiento del hombre con el animal será porque ofende no al animal sino a la propia humanidad. Entre el hombre y cualquier animal hay una separación que no existe entre animales de cualquier clase.
No obstante, ello no justifica que se ejerza tortura a un animal. ¿Saben los animalistas que si un torero tarda en matar, de varios pinchazos, al toro los aficionados suelen corearle “asesino, asesino”? Ningún buen aficionado dirá que la belleza del toreo se alimenta de la crueldad.
Eso de que José Tomás no pone más en peligro su vida que cualquier persona que sale de su casa cada día a trabajar parece un poquitín exagerado ¿no?. Yo voy a mi trabajo sin una extraordinaria sensación de peligro; quizás mi interlocutor para ir a trabajar tenga que cruzar todos los días la vía por donde circula el AVE.
Si quiere mantener la comparación, que intente ponerse una vez sola delante de un toro bravo y ya me dirá si pone más o no su vida en peligro. Pero esa no es la cuestión, porque precisamente lo que he hecho ha sido todo lo contrario de atribuir heroicidad a José Tomás y a cualquier torero. Les quito mérito en virtud de la reacción metabólica del organismo para explicar que también al toro hay que atribuirle sensibilidades menos delicadas que cuando (el mismo animal) se encuentra en una situación más reposada.
Ciertamente, para ganarse el pan diario muchos trabajadores anónimos tienen que ser casi héroes; lo que pasa es que una vez más no se sabe escuchar: al torero no le atribuyo mayor heroicidad sino mayor resistencia, e incluso insensibilidad, al dolor, la cual (a pesar de hablarse extendidamente de la pasta especial de que están hechos los toreros) podría mostrar cualquier persona en situaciones parecidas.
En cuanto a lo que gana un torero ¿qué quiere que le diga, señor mío? Una cosa vale el precio que uno pide y otro está dispuesto a pagar; usted no pague la entrada si la ve cara y ya está. Por cierto, este animalista es un inocentón; si José Tomás ganara en una tarde lo mismo que un obrero sin cualificación en dos años de trabajo no toreaba ni un solo toro, pero, claro, él no lo comprenderá porque dice que José Tomás no pone en peligro su vida más que cualquier persona.
Así iba la cosa y al fin nadie se dio cuenta de que no se hablaba en el coloquio nada de la magnífica noticia de que el público había indultado a un toro que se había comportado en el ruedo bravamente.
Esto es lo que consiguen, pero no me importa: yo mismo volveré a tratar el tema del antitaurinismo intentando refutar las posiciones animalistas, en este blog o donde se ofrezca.
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