El toreo no es dejarse coger adrede por un animal. Pensar en décimas de segundo qué hacer para que no te coja sí es tener valor y sí es torear, es decir, dominar al bruto y, si es posible, conseguir que la fiera pase sumisa a los engaños.
Esto no fue lo que ayer llevó a José Tomás hasta el abismo más cercano a la muerte con su muy peligroso segundo toro. Intentó hacer el toreo como si el toro fuera bueno. Lo mismo que había hecho antes con el muy proclive toro que en primer lugar le condujo al triunfo unánimemente apreciado. O sea, precisamente lo que al final de su mejor primera época empezó a ocurrirle y le llevó a perder el sitio.
En una misma corrida pudimos ver el alfa y el omega de tan singular intérprete. El alfa de una faena que fue la mejor de las que lleva realizadas en sus dos campañas de reaparición. ¡Arriba los corazones y que por siempre viva este mejor José Tomás!
Pocos creían que no iba a ser capaz de alegrarme por tan feliz reencuentro. Tanto en sus templadas verónicas del recibo como en las ajustadas chicuelinas que siguieron, y luego del valiente quite por seudo gaoneras , llevó a cabo una faena de muleta que inició improvisando unos sensacionales estatuarios, y terminó con las manoletinas más bonitas y limpias que le he visto pegar en mucho tiempo que enlazó girando sobre sus talones sin abandonar el sitio donde dio la primera con lo que puso la plaza boca abajo.
Y en medio ambas, templados redondos, soberbios de pecho o perfumados de trinchera y, sobre todo, sus magníficas tandas al natural, que en esta ocasión ligó en creciente temple porque fue cosiendo su trazo hasta curvarlo de arriba abajo, hacia su cadera contraria, como, asimismo, el ramillete por inspiradas trincherillas, provocando la explosión jubilosa con toda razón.
Todo esto me gustó y hasta me entusiasmó aunque en vídeo después ya no me gustó tanto como en la plaza. Cinematográficamente, pierde la emoción que provoca el ambiente que hace ver las cosas como si fueran mejor. Aunque no me importa porque es en la plaza donde se goza más con el toreo y por eso se paga para verlo en directo. Lógico fue, entonces, que el presidente sacara los dos pañuelos a la vez para concederle las orejas aunque se negó con razón a darle el rabo.
Pero vayamos con la omega del abismo de querer el imposible de que aquel animal pasara por donde no podía pasar, razón por la que la cogida resultó cantada. El peor lado del quinto toro fue el izquierdo. ¿Por qué empezó Tomás al natural y no con la más posible derecha? Y, ¿por qué, después de que aguantó para dar varios banderazos – que no pases – con la mano diestra, cerca de la tablas se le ocurrió dar un ayudado por alto estando el torero por fuera, el toro por dentro y ya aquerenciado, con lo que les cuesta embestir así y, encima, por el lado peor, por el izquierdo? Pues porque este torero es una calamidad desde el punto de vista profesional.
Por eso le llegó la segunda y más terrible cogida y la cornada en el cuello. Así es este torero, como así es su público, al que todo le parece excepcional. Tuvo enorme mérito seguir ante el toro sin mirarse hasta matarlo. Pero no me gusta ver a quien pasa por gran figura a merced de la cornada buscada tremendistamente. Entendí que alrededor de cada uno que pedía la oreja había diez que no la solicitaban. No me expliqué que el mismo presidente que se había negado a darle el rabo accediera después a conceder un despojo lastimero.
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Hace 11 años
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