Miguel de Unamuno falleció en Salamanca el 31 de diciembre de 1936.
Sobre las cinco de la tarde, Unamuno recibió la visita del profesor Bartolomé Aragón, que había sido discípulo suyo. Estaban sentados en una mesa camilla, al brasero. Según relató Aragón, Unamuno empezó a arremeter contra los dos bandos en guerra.
En un momentáneo de desfallecimiento, Aragón se atrevió a decir: «A veces pienso si no habrá vuelto Dios la espalda a España disponiendo de sus mejores hijos». Don Miguel se repuso y dio un fuerte puñetazo en la mesa: «Eso no puede ser, Aragón. ¡Dios no puede volver la espalda a España! ¡España se salvará porque tiene que salvarse!». De pronto quedó inmóvil, como dormido, inclinada la barbilla sobre el pecho.
Cuando Aragón olió la chamusquina de las zapatillas de Unamuno, comprendió que estaba muerto y corrió a dar la voz de alarma.
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Transgresiones y regresiones marinas en el Geoparque
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inunda un continente, desplazándose la línea de costa tierra adentro, hasta
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Hace 11 años
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