Me acabo de pasar por el museo de Cáceres y he reparado en el Tesoro de Serradilla. Reparar significa que lo he fotografiado con el apoyo del trípode. Le tenía ganas de hace tiempo; ya ha llegado el momento de ofrecérselo al lector de este blog. Por cierto, el museo debería mejorar la iluminación de la sala en que se encuentra; la tienen con un diseño "moderno" pero en mi opinión es mala pues impide ver bien detalles de algunas piezas y si de hacer fotos se trata, ni te cuento.
Serradilla es un pueblo próximo al río Tajo, tras cruzar éste la sierra de las Corchuelas conformando el parque nacional de Monfragüe. Es una zona donde podemos encontrar pinturas rupestres prehistóricas, de la época de la Edad de los Metales, lo mismo en la proximidad del castillo monfragoso como en la del pueblo serradillano. De un momento posterior debió ser una posible explotación de placeres auríferos en los aguas confluentes al Padre Tajo, por la época que ahora se da en llamar la Protohistoria.
Las joyas de Serradilla se encontraron casualmente en 1965, a unos tres kilómetros del pueblo, dentro de una vasija enterrada en unos canchales del olivar Chorlito. Por tanto, es un descubrimiento que, en principio, carece de contexto arqueológico.
El tesoro está compuesto por piezas de oro, que se pueden agrupar en: arracadas, cadenillas, placas y fragmentos. En total, pesa ciento tres gramos.
Las arracadas están caracterizadas con adornos triangulares de esferas con botones. Dos de ellas
presentan un creciente sobre apéndice triangular de góbulos formando racimos.
Otras dos presentan creciente más ancho y apéndice similar a las anteriores.
En el interior del creciente la decoración consiste en una greca en espiral, que recuerda a la de los brazaletes del tesoro de Aliseda.
Otras dos arracadas son circulares, o, más bien,
presentan adorno en espiral con motivos repujados.
De las dos cadenillas, una es mayor que la otra.
Además se incluyen placas y fragmentos con decoración granulada.
Las placas son sietas piezas trapezoidales fragmentadas, una de ellas decorada con cabeza (interpretada como de Astarté) sobre dos prótomos contrapuestos de aves (aunque hay quien piensa que son de caballos),
y las otras con motivos circulares,
complementados con motivos en forma de cartucho (quizás momia o sarcófago)
o en forma de bellota
y alguna cara.
Llevan en el borde superior medias cuentas caladas o un tubo hueco para ensartar las placas.
Un fragmento está decorado con cordoncillos. Por último se cuentan, entre otros, un fragmento de oro retorcido y un cilindro de oro, que no están expuestos en el museo.
En total, el tesoro comprende veinticuatro piezas.
Todo el conjunto se caracteriza por la fragmentación de las piezas. El hecho de que algunas parezca que están a medio fundir permite interpretar que las piezas constituían un atesoramiento de productos de desechos guardados para refundirlos y reaprovechar su oro como materia prima.
La recargada decoración de filigrama y granulado que presentan estas piezas, las semiesferas rematadas en gránulo de los apéndices de las arracadas o el motivo de ondas del creciente son detalles que apuntan hacia a un momento avanzado del mundo orientalizante, que Almagro Gorbea sitúa a fines del siglo VI o del V. Sin embargo, Celestino, posteriormente, ha propuesto datar estas piezas más atrás, en el VI o incluso en el VII, por homologación con el tesoro de Ebora.
Las arracadas son semejantes a la encontrada en Monsanto de Beira junto a un colgante que presenta un granulado que también recuerda al de la decoración serradillana.
Sin embargo, el paralelo más cercano a estas placas son las tres que se encontraron en 1984 en el castro de La Martela en la provincia de Badajoz. La forma trapezoidal, el remate ondulado del borde inferior y el sistema de engarce de las placas son muy similares; la decoración esencial de La Martela son cabezas repujadas decoradas con filigranas, tema que también aparece en Serradilla. Aunque el contexto arqueológico en que se ocultaron estas piezas es del siglo IV aC., sus características técnicas son más propias del siglo V aC., poco posteriores a las de Serradilla.
Recientemente, como recoge A. M. Martín Bravo, se ha interpretado que estas piezas son fruto de la asimilación de influjos célticos, indicando que el motivo de Serradilla de cabeza entre prótomos supondría el inicio de una larga serie de representaciones características del arte céltico peninsular. Me parece que esta interpretación parte de incluir en este tesoro un pieza que no le pertenece; es un torque típicamente celta, que aparece en una fotografía de una editorial que suele hacer negocio con las fotos. Podría ser una interpretación errónea.
De todas formas, hay que considerar que el motivo de las cabezas está bien documentado en joyas orientalizantes extremeñas o de otras áreas como las de Gaio o la diadema del cortijo de Ebora en una fecha tan temprana como es el siglo VI aC., por lo que las piezas extremeñas no son un caso aislado. Por ello, las representaciones de Serradilla y La Martela deben considerarse piezas técnicamente orientalizantes, aunque la selección de este motivo iconográfico pueda responder a una tradición más afín al mundo indoeuropeo (o celta) que a la oriental, aunque esto es todo muy relativo. Bien es verdad que podríamos suponer como una característica de la joyería orientalizante extremeña la representación de las caras con una vaguedad de rasgos.
Para rematar, podemos preguntarnos por la autoría de estas joyas. Bien, hace unos años se empezó a hablar del "taller extremeño" pero luego Blanco y Celestino lo redefinieron como "unidad de producción de estilo suroccidental", dadas esas coincidencias técnicas señaladas con las piezas halladas en algunos puntos de Andalucía y de Portugal. Esas coincidencias hacen que no sea descabellado hablar de una unidad de conceptos temáticos y técnicos que abarca una zona extendida desde Ebora (en Sanlúcar de Barrameda) hasta Villanueva de la Vera.
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