Ayer estuve en Jaén. Fui a llevar a R. para participar en el Campeonato de Andalucía de Lanzamientos de Invierno, categoría absoluta, aunque él es todavía de la categoría promesa.
Me levanté antes de las cinco, habiendo dormido unas cuatro horas. Salimos a las seis y, tras una parada para desayunar, llegamos poco después de las diez de la mañana al complejo deportivo de "La Salobreja".
Tras confirmar la participación y en vista de que la prueba empezaba a las doce y cuarto, para ocupar el tiempo, decidimos subir al Castillo de Santa Catalina.
A mí me encanta siempre que subo a este castillo. Esta vez es la cuarta, pero hasta ahora no me había dado cuenta de que aún se conservan los restos de la muralla que, partiendo del castillo rodeaba una buena parte del cerro dando lugar a un recinto muy amplio donde asentarse una ciudad medieval; o sea, había una alcazaba de las mayores dimensiones que pudo haber en España.
Lo que más me atrae es la tarea de restauración que se ha realizado en años anteriores; nos permite hacernos mejor la idea de cómo pudo ser la vida en un castillo, dura desde luego, necesitada de unos estímulos que no se generan en la molicie.
Desde la Cruz se ve, a los pies, la ciudad entera y, en primer plano, la Catedral.
La fachada del santuario combina grandeza y sobriedad; aunque se ha realizado en el siglo XX presenta una línea clásica muy interesante. No sé si era la misma imagen que la anterior al bombardeo de la Guerra Civil pero desde luego impone una estampa de grandeza en estos paraje montañosos en donde ya de por sí es imponente la grandeza de la Naturaleza.
El pastor de Colomera está representado en una escultura esbelta situada al borde del precipicio.
La última foto captó el monumento a los caídos en el hecho militar.
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Hace 11 años
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