domingo, 2 de noviembre de 2025

Porta de la Cartuja de Jerez

 

La portada de Andrés de Ribera en la Cartuja de Jerez parece una portada innecesaria. Ni la cartuja de Granada ni la cartuja de Sevilla tienen una portada de esa monumentalidad. Parece innecesaria en el sentido de que no hace falta tanto. 

Parece que hubo un empeño, en la orden cartujana y en la Iglesia triunfante después del concilio de Trento, de manifestar grandiosidad. La portada, como otras igualmente monumentales en España, está compuesta a la romana. Tiene un lenguaje estrictamente arquitectónico que da poca concesión a lo decorativo. No hay elementos fantásticos, imposibles; todo es tectónicamente real, según el canon de la arquitectura romana. 

Hay pedestales amplios, potentes, contundentes, sobre los que se alzan columnas pareadas de fuste acanalado, con sus capiteles dóricos amplios, más griegos que romanos. Componen un entablamento donde observamos arquitrabe, friso (con triglifos y metopas decoradas a la manera romana, con medallones y bucráneos) y cornisa, en una estructura de arco de triunfo romano. 

La innovación arquitectónica del Renacimiento se difundió por Europa a través de los tratados, como el de Serlio, que lo escribió en 1530; a los veinte años ya Felipe II estaba encargando a Francisco Villalpando que lo tradujera. Reproducía monumentos antiguos romanos. El arte romano del XVI era un arte muy avanzado, no era el arte plateresco decorativo, sino un arte contundente, una arquitectura constructiva. Ese libro transitó por España y sirvió de inspiración a muchos artistas para componer estructuras arquitectónicas netamente funcionales. 

Andrés de Ribera debió de conocerlo. Aunque quizás no viajó a Italia, debió de conocer estos elementos y construyó algo extraordinario en su producción. En el Ayuntamiento de Jerez, que es de pocos años después que esta fachada, vuelve al estilo plateresco; aunque en verdad no es plateresco puro, vemos un despliegue iconográfico, una arquitectura anexa, que se suma al muro del edificio. No tiene la monumentalidad autosoportante o autoportante que tiene la portada de la Cartuja. Esta monumentalidad autoportante sí es algo novedoso. 

En el arquitrabe, las metopas circulares con bucráneos, con el ojo cerámico, están claramente inspirados en los tratados de Serlio. El remate de la portada es un remate fantástico; quizás sea la concesión más decorativa que tiene la portada. Es una venera o concha superior decorada con unas volutas laterales que le sirven de tránsito hacia la horizontalidad del entablamento sobre el que se levanta. En ella vemos algunos de los elementos iconográficos o parlantes de los pocos que tiene la portada de la Cartuja. Dios Padre aparece representado en el ático, coronado con la bola del firmamento, no necesariamente del mundo, sino del firmamento, de todo el cosmos; estaba recercado por esta piedra de pizarra negra que ya está muy perdida y que sin duda le incorporaba una cierta plasticidad a la portada. 

Bajo Dios Padre está el escudo de la orden cartujana, con todas las armas Christi. Parece inapreciable porque es un momento pequeño en la grandiosidad de la portada. 

Otro elemento también narrativo que vemos en la portada son precisamente sus datas, que muestran el año de su creación, 1571. Permiten comparar la diferencia de calidad entre la piedra calcarenítica de la Sierra de San Cristóbal, blanda, muy porosa y sometida a deterioro, y la piedra de Martelilla, que es muy resistente al agua y está perfectamente. 

Otro elemento parlante de la portada es el escudo de España, una lección de historia. Se representan los territorios que en 1571 formaban parte de la corona española: Castilla y León, las barras de Aragón, el escudo de Navarra y las dos Sicilias. Está, aunque no se ve bien, la cruz de Jerusalén; el título de rey de Jerusalén lo tiene la monarquía española. Es el escudo de los Habsburgo, con el símbolo de Borgoña, Brabante y Granada. Está rodeado por el Toisón y el Vellocino de Oro, que son los elementos iconográficos característicos de la monarquía española. 

En las enjutas laterales del arco central vemos el escudo de la Cartuja, que es el de Álvaro Obertos de Valeto, con leones rampantes que flanquean un árbol central.  

Los deterioros y las escorrentías han ido carcomiendo el material de la piedra calcarenítica de la Sierra de San Cristóbal. Sin embargo, ha ido resistiendo la piedra del escudo, que es también de Martelilla, mucho más resistente a la acción del agua. No siendo una piedra extraordinaria, denota ahí una gran resistencia. 

Otra nota decorativa de la portada es un bicromatismo interesante. La piedra de la Sierra San Cristóbal, en color miel, hueso u ocre, se acompaña de elementos de cerámica negra y de pizarra negra que le dan una cierta gracia compositiva para la dicha monumentalidad. Estos elementos son lisos, muy manieristas. Veremos posteriormente cómo cuarterolas maneristas, en la arquitectura final del siglo XVI, se combinan con estas cerámicas negras. generando este efecto de bicromatismo. 

Vemos en los intercolumnios la misma secuencia de paramentos de planos de pizarra negra combinado con estas cerámicas de óxido de manganeso, que es el mineral que se utiliza para el vidriado de estas cerámicas en negro. Le dan una cierta composición decorativa a este intercolumnio que si no, sería un paramento liso, que es lo que le correspondería al concepto constructivo. 

Hay recercados en moldurajes mixtilíneos, pero de una moldura contundente, geométrica, sin mucha concesión a lo decorativo, rematada por ménsulas inexplicables; son elementos de Serlio que están intentando soportar un peso, pero no tienen la categoría portante que justifica su presencia. Es decir, dentro de la composición tan constructiva de la portada, intentan decir hacia dónde irá luego el arte del Renacimiento, porque esos elementos desaparecerán posteriormente en el arte de la arquitectura. 

Nos centramos finalmente en el cuerpo central de la portada. Destacar otro elemento también contradictorio o llamativo; es la masa tan contundente del arco que además queda como colgada. La tradición española tiene elementos de arquitectura colgante; por ejemplo, la portada de la Universidad de Salamanca, que es como un tapiz que cuelga de la azotea hasta medio desarrollo del muro. No es una masa colgante cualquiera, es una masa constructiva pesada, que tiene una transmisión de carga hacia abajo. Tiene las pilastras de las jambas que no parecen ser soporte suficiente al lado de estas columnas gigantes que tienen laterales, no parecen soporte suficiente para soportar este peso del macizo que rodea el arco central. Y más aún cuando además está alineado con el ático central. que es un elemento decorativo que también está reforzando esa idea tectónica de peso y no tiene compaginación o no coincide con estos soportes tan finos de pilastras. No parece que tenga un discurso tectónico ortodoxo como si hemos podido analizar en toda la portada. Es una singularidad de esta portada que en realidad no es una portada. Es una fachada porque la verdadera portada está cobijada dentro de ese arco. 

El arco principal de la portada de la cartuja de Jerez está construido solo para cobijar esta portada, que es la verdadera portada de la Cartuja. Es un arco de medio punto con su línea de arquitrabe. con sus enjutas decoradas con medallones de cerámica negra. Esta sensación de arco cobijador, dentro del cual se desarrolla una portada, no es un elemento nuevo en el Renacimiento, pero es excepcional pues son muy pocos los casos que se conocen. En Salamanca lo tenemos, en la catedral nueva y en el convento San Esteban. También lo tenemos en Antequera, donde la colegiata tiene un arco de medio punto dentro del cual se desarrolla la portada, pero la fachada del edificio es tan insípida que realmente uno repara sólo en la portada, no en la fachada en sí. Sin embargo, en la Cartuja de Jerez la monumentalidad de la obra de Andrés de Ribera transforma la portada en fachada y la portada de verdad se cobija en su interior. Parece incluso que ese cobijamiento es físico y también a lo mejor espiritual; esa monumentalidad arquitectónica es como una manera de abrazar a la orden cartujana que está resumida en esta sencillez compositiva. 

Este arco de medio punto con arquitrabe y con ático es una sencilla estructura de pilastras jónicas, dentro de la cual se representan tres hornacinas. El número tres y las representaciones tripartitas son muy propias del Renacimiento español. La del centro tiene concha avenerada, porque es el espacio de Santa María de la Defensión; las laterales son más ascéticas, más sencillas, son de San Juan Bautista, patrón de la orden cartujana, y de San Bruno, dos santos ascetas. Estas tres esculturas son el centro narrativo o compositivo de la portada

Vemos, como decoración, ventanas ovaladas, caladas, que también son elementos singulares. Aparecen en el tratado de Serlio y Diego de Riaño ya los utilizó en el Ayuntamiento de Sevilla.  Aquí están caladas y dan una transparencia a la portada que le dan mucha gracia. 

Finalmente hay elementos decorativos que veíamos en el remate de la portada, en la parte superior. Son muy del Renacimiento y sirven de tránsito para darle unidad al conjunto.