La cristiana paquistaní Asia Bibi se encuentra ya refugiada junto a su familia en Canadá. Seis meses después de la sentencia final absolutoria, y tras el rechazo en enero de la apelación por parte de los movimientos radicales, la mujer que durante nueve años ha sido un icono de la lucha por la libertad religiosa -y en gran medida también de la persecución de los cristianos- goza por fin de esa libertad, pero lejos de su patria.
El «caso Asia Bibi» ha provocado ya dos magnicidios: el del gobernador musulmán del Punjab Salman Taseer, que salió en defensa de la cristiana, y el del ministro de Minorías Bhatti, único miembro cristiano del Gobierno paquistaní. Ambos fueron asesinados por fanáticos islamistas. El asesino de Taseer -su propio guardaespaldas- fue detenido y ejecutado en la horca, una sentencia que provocó en su día revueltas violentas en todo Pakistán. Pese a la sentencia absolutoria del Supremo, por falta de pruebas contra la acusada, los líderes islamistas exigían que Bibi siguiera la misma suerte y fuera colgada.
La historia de Asia, que ronda los 50 años, simboliza en gran medida la suerte de los más de dos millones de cristianos de Pakistán, la mitad de ellos católicos. Asia Bibi, perteneciente a la familia más pobre de su pueblo, a 40 kilómetros de Lahore, decidió en 2009 trabajar en el campo para obtener más recursos para sus hijas. Tras una de aquellas jornadas extenuantes, bebió agua de la misma vasija que sus compañeras musulmanas, algo que los cristianos tienen prohibido en la ley islámica. Como reparación, sus amigas pidieron a Asia que se convirtiera al islam, algo que ella rechazó de plano. Las musulmanas narraron lo sucedido en el pueblo, y el imán, esposo de una de las jornaleras, denunció ante las autoridades a la cristiana por «insultos al profeta Mahoma».
Mientras se decidía entre la horca o la sentencia absolutoria, que llegó el pasado mes de octubre, Asia Bibi permaneció más de ocho años en la prisión de mujeres de Multan, aislada y al parecer ajena a la efervescencia política que levantaba su caso en Pakistán y en el mundo. Estuvo débil físicamente, pero vivió en un estado de emoción espiritual y estaba dispuesta a dar la vida por su fe. Asia -una campesina analfabeta- aprendió a leer con la Biblia, gracias a la ayuda de una funcionaria cristiana de la prisión, y dedicaba al libro sagrado buena parte de la jornada.
Las presiones de Estados Unidos y de la Unión Europea sobre el gobierno que encabeza Imran Khan surtieron efecto y Asia Bibi fue exculpada. La católica fue excarcelada, aunque Islamabad decidió tomarse unos meses antes de gestionar su salida del país para reducir el impacto de la noticia en los medios islamistas radicales. A mediados de noviembre, la oferta de acogida del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, ya era pública, pero hubo que esperar aún otros seis meses para ponerla en práctica.
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Hace 11 años