Paseo una mañana de este otoño agradable por las calles de Borboreo y decido dirigirme a la plaza del Caballo, con la idea de ver cómo estará el algarrobo que sufrió un trasplante hace dos años, cuando las obras del aparcamiento subterráneo. Se trata del mayor algarrobo que he visto nunca y consideré aquel trasplante como una operación arriesgada, que podría ser fatal para tan magnífico ejemplar; en efecto, hace unos meses lo vi en un estado lamentable y ahora mis temores son mayores.
Avanzo por la avenida de Méjico y a punto de llegar a la plaza me topo con un árbol en la acera que increíblemente está cuajado de flores (¡flores en otoño!), unas hermosas flores blancas, grandes, que me recuerdan a la azucenas. No había reparado en él antes de ahora. Mi sorpresa se dobla, porque a unos diez metros, en la perpendicular calle Isabelita Ruiz, aparece otro ejemplar hermano, en idénticas condiciones florales.
Viene al momento a la memoria el árbol, gigánteo, que hace guardia en el patio incial del Alcázar de Sevilla, el patio del León. Aquel "palo borracho" lo tenía por ejemplar insólito, caso raro en esto de florecer en otoño, aquí en latitudes templadas del hemisferio norte; era normal que los sevillanos tildaran de borracho a un árbol que, por no cambiar su ritmo biológico originario de otras latitudes, florece cuando aquí los demás se desnudan. Caigo en la cuenta y me percato de que lo que tengo ante mí son ceibas, o efectivamente palos borrachos. Es el antiguo árbol sagrado de los mayas y me lo encuentro en la avenida de Méjico, qué bueno.
También caigo en que en La Habana (Cuba), a la sombra de una ceiba se celebró la primera misa y el primer cabildo al fundarse la ciudad por Diego Velázquez en 1515. Esa ceiba fue sustituida en 1828 por la Columna de Cagigal, levantada como rollo o picota, junto a un templete neoclásico; después se plantó otra ceiba, que aún vive, para que diera tono.
La palabra "ceiba" es de origen taíno y, según Corominas y Amador de los Ríos, es recogida por primera vez en 1535 por Gonzalo Fernández de Oviedo en su obra "Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano", para referirse a los grandes árboles de la isla de Santo Domingo y de Nicaragua. El árbol sorprendió por su enorme tamaño a los conquistadores españoles, lo que hace que sea palabra frecuente en las crónicas de sus aventuras.
La designación vulgar varía según lugares: toboroche en Bolivia, tucuno en Colombia o tacariguo y carnestolendo en Venezuela.
Los ejemplares que comento se designan científicamente como "Chorisia insignis". Fue Miller, jardinero jefe del Jardín Botánico de Chelsea, quien en 1754 publicó el nombre de Ceiba de acuerdo con las normas del Código de Nomenclatura Botánica y fue el alemán Kunth quien en 1822 describió el nombre genérico Chorisia (dedicado a Choris, explorador ucraniano). Hasta hace poco los géneros Ceiba y Chorisia se tenían por separados, pero, ante las similitudes entre ambos y ante la existencia de híbridos fértiles, la taxonomía moderna los unifica utilizando el nombre Ceiba, por haber sido éste descrito antes.
Los palos borrachos son árboles caducifolios y muchas especies viven en bosques tropicales abiertos que tienen una estación seca. Las ceibas, en general, son árboles de gran tamaño que pueden alcanzar 20 o más metros de altura, aunque también hay especies de menor tamaño. Los troncos presentan una gran cantidad de espinas, hojas modificadas, y se van haciendo, con los años, muy gruesos hasta alcanzar un diámetro considerable, debido a que almacenan agua, que aprovechan en los meses de sequía; en ocasiones están hinchados en la parte inferior quedándose estrechos en la parte superior, aspecto del que salen el nombre vulgar de barrigudo y el de árbol botella (el cual no sé si a su vez provoca el de palo borracho).
Los palos borrachos pertenecen a la familia de las bombacáceas o bombáceas (a la que pertenece también los baobabs), emparentadas con las esterculiáceas (a la que pertenecen los árboles del cacao) y con las malváceas (a la que pertenecen los hibiscos). En total, en el mundo hay unas 40 especies de bombáceas y unas 17 especies de ceibas, que tienen una distribución básicamente americana, desde Méjico hasta Sudamérica.
La ceiba especiosa es la más abundante, pero esta que nos ocupa es la ceiba insigne, identificable porque presenta flores blancas o pálidamente rosadas,que se van haciendo amarillentas hacia el centro y presenta bordes ondulados y vellosos externamente. Los estambres están soldados en un tubo que lleva en la parte superior las anteras a modo de corona y presenta en la base cinco apéndices bilobados.
En Málaga, por su clima casi subtropical y su invierno calentito, tenemos más ceibas que en ninguna otra ciudad de España, pero del tipo insigne sólo cuenta con un ejemplar, en la plaza Carrascón donde la antigua estación de tren del Palo; me paro a pensar que este nombre puede provenir del palo borracho. Esta rareza, acompañada de la de otra especie como la ceiba pubiflora (de la que también aquí, en la Barriada San Joaquín, hay sólo un ejemplo y otros en la ciudad malagueña), resalta la importancia de que cuidemos como joyas los ejemplares que comentamos.
Como se ve en las fotos, las flores conviven con los frutos procedentes de la floración anterior. Estos frutos son de cápsula redondeada o elíptica y más adelante se abrirán en cinco valvas mostrando en su interior las semillas redondeadas o piriformes de color pardo oscuro o negruzco, rodeadas de una abundante fibra blanca, semejante al algodón, que contribuye a la dispersión por el viento.
La fibra de algunas especies, particularmente de la ceiba pentandra, se conoce con los nombres de capoc, guata o miraguano y se utiliza como relleno de cojines, colchones y chalecos. El valor comercial de esa borra o lana explica la introducción de la pentandra por el hombre en nuevos territorios, como África Occidental, India, sureste de Asia e islas del Pacífico.
Esta aplicación era conocida desde antiguo y aparece tempranamente en la literatura. Ya en 1571 Pedro Pizarro, en la página 15 de su "Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú", nos dice que "en este Quaque se hallaron muchos colchones de lana de ceiba, que son unos árboles que la crían".
Belleza y utilidad. Repetimos, para terminar, el deseo de que estas dos ceibas insignes, representantes de una vegetación alóctona pero aclimatada, disfruten el futuro que merecen y no se parezca al presente, poco insigne, que padece el vecino algarrobo, representante de una vegetación autóctona pero descuidada.
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