Cuando el visitante recorre distraido el Museo de Cádiz se sorprende, al pasear por la sala de la época fenicia, con la vista de los espectaculares sarcófagos antropomorfos, aunque los conozca de los libros, pero si va un poco atento se sorprenderá tanto o más, por ser desconocidos, ante unos fragmentos cerámicos hallados en Castillo de Doña Blanca y que contienen unas letras fenicias.
Concretamente uno contiene las cuatro primeras del alfabeto (la ficha explicativa sugiere que puede tratarse de un ejercicio para aprendizaje de la escritura, como una cartilla de primeras letras) y otro, una preposición y el nombre personal que indica la pertenencia del recipiente cuyo es el fragmento.
Entonces puede que el visitante se plantee la cuestión de que en España escasean las inscripciones fenicias, lo que contrasta con el hecho de que los fenicios nos trajeron el alfabeto.
Las inscripciones son escasas pero se siguen descubriendo y a día de hoy son unas ciento cincuenta, de las que treinta son de Castillo de Doña Blanca en el nivel del siglo VIII aC., lo que no es poco en comparación con lo que hay por ahí; en el mismo Líbano se han descubierto poco más de trescientas, de las que unas cincuenta son de Tiro (la metrópolis de donde venían los colonizadores de Cádiz y de otras ciudades de nuestra costa mediterránea). De un total de 10.000 inscripciones fenicias, unas 7.000 corresponden a la zona de Cartago (norte de África) y dentro de una época concreta, según datos de Cunchillos.
Hablamos de pequeñas inscripciones, porque las grandes inscripciones no eran comunes entre los fenicios aunque se pudieron practicar en zonas próximas no fenicias que usaban el alfabeto fenicio, bien para la lengua fenicia (adoptada como propia) bien para las propias lenguas (a cuyo sistema gráfico acabó sustituyendo). Los fenicios usaron las grandes inscripciones sólo para las tumbas de los reyes, y éstas se localizan en lo que fue Fenicia; por eso no hay en zona de colonias, como España.
Resumiendo, las inscripciones fenicias en España no son escasas relativamente, aparte de las muchas que se han perdido por estar en material corrompible como el papiro.
¿Por qué hay esa escasez absoluta? Reparemos, siguiendo a Zamora López en su ponencia de un congreso de Huelva en 2004, en que la escritura puede ir sobre un soporte específico (papiro, pergamino, papel, soporte informático...) o sobre uno marginal (un mueble, una estructura monumental...). Pues bien, los fenicios y los habitantes de su entorno conocían tanto la cultura egipcia como la mesopotámica, de manera que la escritura jeroglífica sobre papiro y la cuneiforme sobre tablillas de barro confluyeron en las inscripciones fenicias que vieron los primeros signos alfabéticos en el segundo milenio aC. y dieron paso al alfabeto plenamente desarrollado en el primer milenio.
Sin embargo, es en la ciudad de Ugarit (al norte de los fenicios), cuando se somete a los hititas, donde se plasma la escritura alfabética adaptada a tablillas, algunas de las cuales, como soportes específicos, han llegado a nosotros, junto a un reducido número de soportes marginales.
El éxito del alfabeto llevó en Fenicia a usar también los signos lineales sobre el papiro, pero este tipo de soporte no pervive como la tablilla. Así, sólo han llegado a nosotros las inscripciones fenicias sobre soportes marginales, los cuales son un pequeño porcentaje de todos los soportes.
Podríamos decir que en España las inscripciones fenicias existentes son menos del cinco por ciento de las que pudo haber en total. Aparte, muchos documentos escritos en signos fenicios debieron pertenecer a lenguas y pueblos indígenas, aunque sus lugares de aparición se repartan irregularmente.
Terminamos repitiendo que la destrucción de textos fenicios nos lleva a que el número de inscripciones conocidas no refleje ni de lejos la intensidad y la antigüedad de la implantación del alfabeto fenicio en España.
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