La portada de Andrés
de Ribera en la Cartuja de Jerez parece una portada innecesaria. Ni la cartuja
de Granada ni la cartuja de Sevilla tienen una portada de esa monumentalidad.
Parece innecesaria en el sentido de que no hace falta tanto.
Parece que hubo un empeño, en
la orden cartujana y en la Iglesia triunfante después del concilio de Trento,
de manifestar grandiosidad. La portada, como otras igualmente monumentales en
España, está compuesta a la romana. Tiene un lenguaje estrictamente arquitectónico
que da poca concesión a lo decorativo. No hay elementos fantásticos,
imposibles; todo es tectónicamente real, según el canon de la arquitectura
romana.
Hay pedestales amplios,
potentes, contundentes, sobre los que se alzan columnas pareadas de fuste
acanalado, con sus capiteles dóricos amplios, más griegos que romanos. Componen
un entablamento donde observamos arquitrabe, friso (con triglifos y metopas
decoradas a la manera romana, con medallones y bucráneos) y cornisa, en una
estructura de arco de triunfo romano.
La innovación arquitectónica
del Renacimiento se difundió por Europa a través de los tratados, como el de
Serlio, que lo escribió en 1530; a los veinte años ya Felipe II estaba encargando a
Francisco Villalpando que lo tradujera. Reproducía monumentos antiguos romanos.
El arte romano del XVI era un arte muy avanzado, no era el arte plateresco
decorativo, sino un arte contundente, una arquitectura constructiva. Ese libro
transitó por España y sirvió de inspiración a muchos artistas para componer
estructuras arquitectónicas netamente funcionales.
Andrés de Ribera debió de
conocerlo. Aunque quizás no viajó a Italia, debió de conocer estos elementos y
construyó algo extraordinario en su producción. En el Ayuntamiento de Jerez,
que es de pocos años después que esta fachada, vuelve al estilo plateresco;
aunque en verdad no es plateresco puro, vemos un despliegue iconográfico, una
arquitectura anexa, que se suma al muro del edificio. No tiene la
monumentalidad autosoportante o autoportante que tiene la portada de la
Cartuja. Esta monumentalidad autoportante sí es algo novedoso.
En el arquitrabe, las metopas
circulares con bucráneos, con el ojo cerámico, están claramente inspirados en
los tratados de Serlio. El remate de la portada es un remate fantástico; quizás
sea la concesión más decorativa que tiene la portada. Es una venera o concha
superior decorada con unas volutas laterales que le sirven de tránsito hacia la
horizontalidad del entablamento sobre el que se levanta. En ella vemos algunos
de los elementos iconográficos o parlantes de los pocos que tiene la portada de
la Cartuja. Dios Padre aparece representado en el ático, coronado con la bola
del firmamento, no necesariamente del mundo, sino del firmamento, de todo el
cosmos; estaba recercado por esta piedra de pizarra negra que ya está muy
perdida y que sin duda le incorporaba una cierta plasticidad a la
portada.
Bajo Dios Padre está el escudo
de la orden cartujana, con todas las armas Christi. Parece inapreciable porque
es un momento pequeño en la grandiosidad de la portada.
Otro elemento también
narrativo que vemos en la portada son precisamente sus datas, que muestran
el año de su creación, 1571. Permiten comparar la diferencia de calidad
entre la piedra calcarenítica de la Sierra de San Cristóbal, blanda, muy porosa
y sometida a deterioro, y la piedra de Martelilla, que es muy resistente al
agua y está perfectamente.
Otro elemento parlante de la
portada es el escudo de España, una lección de historia. Se representan los
territorios que en 1571 formaban parte de la corona española: Castilla y León,
las barras de Aragón, el escudo de Navarra y las dos Sicilias. Está, aunque no
se ve bien, la cruz de Jerusalén; el título de rey de Jerusalén lo tiene la
monarquía española. Es el escudo de los Habsburgo, con el símbolo de Borgoña,
Brabante y Granada. Está rodeado por el Toisón y el Vellocino de Oro, que son
los elementos iconográficos característicos de la monarquía española.
En las enjutas laterales del
arco central vemos el escudo de la Cartuja, que es el de Álvaro Obertos de
Valeto, con leones rampantes que flanquean un árbol central.
Los deterioros y las
escorrentías han ido carcomiendo el material de la piedra calcarenítica de la
Sierra de San Cristóbal. Sin embargo, ha ido resistiendo la piedra del escudo,
que es también de Martelilla, mucho más resistente a la acción del agua. No
siendo una piedra extraordinaria, denota ahí una gran resistencia.
Otra nota decorativa de la
portada es un bicromatismo interesante. La piedra de la Sierra San Cristóbal,
en color miel, hueso u ocre, se acompaña de elementos de cerámica negra y de
pizarra negra que le dan una cierta gracia compositiva para la dicha
monumentalidad. Estos elementos son lisos, muy manieristas. Veremos
posteriormente cómo cuarterolas maneristas, en la arquitectura final del siglo
XVI, se combinan con estas cerámicas negras. generando este efecto de
bicromatismo.
Vemos en los intercolumnios la
misma secuencia de paramentos de planos de pizarra negra combinado con estas
cerámicas de óxido de manganeso, que es el mineral que se utiliza para el
vidriado de estas cerámicas en negro. Le dan una cierta composición decorativa
a este intercolumnio que si no, sería un paramento liso, que es lo que le
correspondería al concepto constructivo.
Hay recercados en moldurajes
mixtilíneos, pero de una moldura contundente, geométrica, sin mucha concesión a
lo decorativo, rematada por ménsulas inexplicables; son elementos de Serlio que
están intentando soportar un peso, pero no tienen la categoría portante que
justifica su presencia. Es decir, dentro de la composición tan constructiva de
la portada, intentan decir hacia dónde irá luego el arte del Renacimiento,
porque esos elementos desaparecerán posteriormente en el arte de la
arquitectura.
Nos centramos finalmente en el
cuerpo central de la portada. Destacar otro elemento también contradictorio o
llamativo; es la masa tan contundente del arco que además queda como colgada.
La tradición española tiene elementos de arquitectura colgante; por ejemplo, la
portada de la Universidad de Salamanca, que es como un tapiz que cuelga de la
azotea hasta medio desarrollo del muro. No es una masa colgante
cualquiera, es una masa constructiva pesada, que tiene una transmisión de carga
hacia abajo. Tiene las pilastras de las jambas que no parecen ser soporte
suficiente al lado de estas columnas gigantes que tienen laterales, no parecen
soporte suficiente para soportar este peso del macizo que rodea el arco
central. Y más aún cuando además está alineado con el ático central. que es un
elemento decorativo que también está reforzando esa idea tectónica de peso y no
tiene compaginación o no coincide con estos soportes tan finos de pilastras. No
parece que tenga un discurso tectónico ortodoxo como si hemos podido analizar en
toda la portada. Es una singularidad de esta portada que en realidad no es una
portada. Es una fachada porque la verdadera portada está cobijada dentro de ese
arco.
El arco principal de la
portada de la cartuja de Jerez está construido solo para cobijar esta portada,
que es la verdadera portada de la Cartuja. Es un arco de medio punto con su
línea de arquitrabe. con sus enjutas decoradas con medallones de cerámica
negra. Esta sensación de arco cobijador, dentro del cual se desarrolla una
portada, no es un elemento nuevo en el Renacimiento, pero es excepcional pues
son muy pocos los casos que se conocen. En Salamanca lo tenemos, en la catedral
nueva y en el convento San Esteban. También lo tenemos en Antequera, donde la
colegiata tiene un arco de medio punto dentro del cual se desarrolla la
portada, pero la fachada del edificio es tan insípida que realmente uno repara
sólo en la portada, no en la fachada en sí. Sin embargo, en la Cartuja de Jerez
la monumentalidad de la obra de Andrés de Ribera transforma la portada en
fachada y la portada de verdad se cobija en su interior. Parece incluso que ese
cobijamiento es físico y también a lo mejor espiritual; esa monumentalidad
arquitectónica es como una manera de abrazar a la orden cartujana que está
resumida en esta sencillez compositiva.
Este arco de medio punto con
arquitrabe y con ático es una sencilla estructura de pilastras jónicas, dentro
de la cual se representan tres hornacinas. El número tres y las
representaciones tripartitas son muy propias del Renacimiento español. La del
centro tiene concha avenerada, porque es el espacio de Santa María de la
Defensión; las laterales son más ascéticas, más sencillas, son de San Juan
Bautista, patrón de la orden cartujana, y de San Bruno, dos santos ascetas. Estas
tres esculturas son el centro narrativo o compositivo de la portada
Vemos, como decoración,
ventanas ovaladas, caladas, que también son elementos singulares. Aparecen en
el tratado de Serlio y Diego de Riaño ya los utilizó en el
Ayuntamiento de Sevilla. Aquí están caladas y dan una transparencia a la
portada que le dan mucha gracia.
Finalmente hay elementos
decorativos que veíamos en el remate de la portada, en la parte superior. Son
muy del Renacimiento y sirven de tránsito para darle unidad al conjunto.

































