El macho montés, poderoso y solitario, reposa en las peñas más altas durante las horas de calor.
A veces dormita y a veces vigila.
El peligro siempre puede acechar.
Hacía tiempo que no existía el riesgo de ataque del lobo
pero ya la 𝐒𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐆𝐫𝐞𝐝𝐨𝐬 es espacio sometido a la presión del cánido salvaje,
que tiene en las cabras monteses una de sus presas favoritas.
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