miércoles, 23 de septiembre de 2020

Monumento a la Batalla de Talavera

Cuando el viajero va circulando por la autovía que lleva desde Madrid a Extremadura, al llegar al punto kilométrico 118 se encuentra a mano derecha un monumento que destaca por su altura así como por su simplicidad teñida de grandeza. Se trata del recuerdo de la Batalla de Talavera, aquella que en este lugar se disputó, cuando la Guerra de la Independencia, entre franceses por un lado y españoles con ingleses por otro lado. El monumento, inaugurado en 1990, está situado en el cruce de la autovía con la carretera que va desde Talavera de la Reina a Segurilla, nombrada como TO-1283. De esta manera, el curioso puede salir de la autovía y tomar esta carretera para, girando inmediatamente a la derecha, acceder a un área de descanso que se ha habilitado junto al monumento.



Éste tiene adecentados los alrededores, con una explanada, preparada para cualquier celebración conmemorativa, y una azulejo explicativo de la batalla, aparte de que el arco de tres enormes patas tiene en su base un espacio a modo de ágora con escalones circulares y un círculo central, apropiados para actos solemnes de signo internacional para festejar la paz. Cada una de las tres patas, en forma de triángulos curvilíneos, presenta inscrita una lista de las unidades militares que participaron en la batalla, que tuvo lugar los días 27 y 28 de julio de 1809.
























Los franceses eran unos 45.000 soldados, de los cuales 22.000 eran del mariscal Víctor, 5.000 venían con el rey José y 18.000 eran del general Sebastiani.























Los españoles contaban con la dirección del general Cuesta (capitán general de Extremadura) y eran unos 25.300; los ingleses eran unos 20.500, dirigidos por el general inglés Arthur Wellesley, el famoso duque de Wellington (que, tras esta batalla añadiría el título nobiliario de vizconde de Talavera).























A los pies del arco, el hermoso cuadro de azulejos talaveranos reproduce el panorama que sobre el terreno presentó la batalla. Los dos frentes se alinearon a lo largo de unos siete kilómetros, en dirección Norte-Sur; al este se situó el ejército francés, que provenía de Madrid, y al oeste se alineó el anglo-español, que provenía de Extremadura. El arroyo de La Portiña separaba a ambos ejércitos. El mando francés se asentó en el Cerro Cascajal.














El ejército aliado eligió como generalísimo a Wellesley, que puso su puesto de mando en el Cerro Medellín. El centro del frente lo ocupaban los ingleses, por delante de Medellín, mientras que los españoles se encargaron de las alas. Las primeras unidades españolas estaban junto a la ermita de El Prado y, en el otro extremo, el ala norte llegaba hasta la Sierra de Segurilla.























La batalla fue terrible, un verdadero infierno. Su resultado llegó a casi 14.000 muertos, 7.300 franceses, 5.400 ingleses y 1.250 españoles. Los franceses se retiraron y la victoria cayó del lado angloespañol. Los cadáveres de ambos bandos fueron enterrados por ingleses y españoles. En Talavera y pueblos de alrededor fueron alojados los heridos de los tres ejércitos. Napoleón, al ser informado, exclamó: "¡Qué hermosa ocasión perdida!".


















Los extremos superiores de las gigantescas patas del arco se aproximan hasta casi tocarse y sostienen una corona de laurel compuesta de tres ramas, una por cada uno de los tres ejércitos. Los tres merecieron el reconocimiento de la victoria.


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