En Pakistán, concretamente en una localidad del Punjab, el 10 de enero de 2016 había una reunión del responsable de la mezquita, o imán, con un grupo de jóvenes. El imán en un determinado momento pidió que quien no amase al profeta Mahoma levantara la mano. Un chico campesino de 15 años no entendió bien la pregunta y creyó que el clérigo pedía que levantase la mano el que sí amaba a Mahoma. Se sorprendió cuando vio que era el único que la levantaba; más se sorprendió cuando el imán se le acercó gritándole "¡blasfemo!".
El joven regresó hundido a su casa y allí se cortó la mano derecha e inmediatamente la llevó en una bandeja al imán como ofrenda "para que le perdonara el pecado".
Al ver las consecuencias de su actuación, el imán huyó del pueblo, pero fue capturado poco después por la Policía. Una protesta de clérigos de la región llevó días después a las autoridades a ponerle en libertad. Cuando el caso trascendió a la prensa internacional las autoridades volvieron a encarcelarle, acusándole de terrorismo y otros cargos.
La familia del chico considera, no obstante, que el imán no actuó mal y no ha presentado cargos contra él.
Reflexionemos: si a Asia Bibi la condenaron a muerte por blasfemia, cortar una mano (aunque sea por el propio blasfemo) debe considerarse un asunto menor. Da igual que ambos casos la acusación sea falsa.
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*Autora: Marta Santafé. Blogs46Consultora especialista en Medio Ambiente,
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