Al amable conserje de la Plaza Real
1. Antecedentes taurinos
En el siglo XVIII las corridas de toros se celebraban por privilegio real y con la finalidad de prestar con sus rentas servicios de beneficencia y hacer obras públicas.
Desde 1768 el Hospital de la Divina Providencia de El Puerto gozó de la concesión de organizar 10 corridas de toros de muerte al año, como fuente de ingresos para el desarrollo de su función asistencial.
El empresario Esteban Rice contrató a partir de 1803 con el hospital la organización de 100 corridas de toros de muerte durante 10 años, a razón de 2.000 reales de vellón por cada una de ellas.
A tal efecto, Rice construyó una nueva plaza de madera en el ejido de San Francisco.
Dos años después, el 10 de febrero de 1805, la fiesta de toros y novillos de muerte se prohibió totalmente por Carlos IV a instancia del todopoderoso Manuel de Godoy, su valido, y de una parte de los ilustrados.
Esta era la situación en mayo de 1808, a inicios de la Guerra de la Independencia y de la revolución liberal en España.
2. Corridas apaciguantes más que patrióticas
En los años 1808 y 1809
la prohibición de corridas de toros y novillos de muerte tuvo excepciones en El Puerto por razones de orden público, pues con ellas se distraía y tranquilizaba a los sectores populares, de quienes la burguesía, la nobleza, los profesionales liberales y algunos de sus dependientes temían disturbios, difícilmente controlables al encontrarse en el frente de guerra las guarniciones militares destinadas en la ciudad.
Esta fue la razón
por la que la Junta de Gobierno de El Puerto (constituida el 1 de junio de 1808) promovió la creación de una milicia voluntaria, honrada y patriótica denominada Cuerpo Militar de Santa María del Puerto,
con la que se pretendía sustituir a las Milicias Urbanas, cuerpo popular, obligatorio y dependiente del Ayuntamiento.
Simultáneamente a la guerra contra la invasión napoleónica se desarrollaba la revolución liberal en España.
3. Tranquilidad pública versus prohibición
En 1809 fueron programadas dos corridas de novillos (los días 24 y 25 de junio) con motivo de la celebración de la festividad de San Juan.
Pero, como la Junta Central Suprema mantenía la prohibición taurina, tres días antes de su celebración tales corridas fueron suprimidas, según comunicó el oidor Pedro Pinuaga al gobernador de El Puerto, Pedro Regalado de Tineo, marqués de Casa Tremañes, y los carteles anunciadores empezaron a ser arrancados.
La consiguiente indignación popular preocupó seriamente a la Junta de Gobierno de El Puerto, hasta el punto de que, haciendo caso omiso de la orden de la superioridad, decidió que se celebrase las corridas "para conservar la tranquilidad pública", pues, según argumentaban en acuerdo de la sesión del 22 de junio:
El Pueblo ha empezado a conmoverse, y presenta resultas nada agradables, y mucho más temibles son de inferir en la noche de San Juan próxima, donde por una costumbre de España hay cierta condescendencia en el gobierno y livertad en los vecinos.
Toros de muerte en honor a Wellington
Arthur Wellesley, conocido como Lord Wellington, que estaba en el frente de guerra de Badajoz desde principios de septiembre de 1809, viajó a Sevilla y Cádiz entre los días 2 y 9 de noviembre de ese año, para conocer ambas ciudades y tratar asuntos particulares con su hermano Richard, marqués de Wellesley, que desempeñaba la embajada de su país en España.
Con tal motivo, el día 6 o 7 de noviembre se celebró en El Puerto una corrida de toros de muerte en su honor, dada su condición de jefe del Ejército Británico Peninsular. En la lidia del sexto toro, el matador se dirigió a Wellington para decirle que brindaba la muerte del astado por la salud de su rey: Jorge III.
Lord Wellington estuvo acompañado en esta corrida, entre otras personas, por Agustina de Aragón, vestida con uniforme de teniente, según señala Boto Arnau ("Cádiz, origen del toreo a pie", Madrid).
Tan ilustres personajes y la prevención del orden público hicieron posible la excepción de esta corrida de toros de muerte.
William Jacob (comerciante y poltico), que asistió a la corrida, escribió días después:
"
La Plaza de Toros es un anfiteatro con capacidad para acoger a catorce mil personas. En esta ocasión no se llenó, y supongo que no había más de diez mil espectadores. La apariencia era asombrosa, y la emoción se desbordaba en cada semblante". Jacob, W.
Viajes por el Sur. Sevilla, Portada Editorial
4. Homenaje taurino frustrado a José I
En los 31 meses de ocupación de El Puerto por parte del Ejército Imperial Francés (del 5 de de febrero de 1810 a la madrugada del 25 de agosto de 1812) sólo se celebraron dos corridas de toros de muerte : en febrero y mayo de 1810, a las que asistió poco público.
¿Se debió a los altos precios de las entradas, como dijeron los josefinos, o fue un desplante de la población al llamado Rey intruso y las tropas invasoras napoleónicas?
Durante su visita a la línea de asedio a Cádiz y La Isla, entre los días 16 y 24 de febrero de 1810, José I residió en el Puerto. En su honor y para granjearse la simpatía de la población de la zona, las autoridades josefinas organizaron una corrida de toros de muerte el domingo 18, a cargo, como único lidiador, del famoso Gerónimo-José Cándido.
La Gaceta de Madrid, como no podía ser de otra manera, dio una versión triunfalista de la corrida, pero Gaspard de Clermont-Tonerre, ayudante de campo de José I, escribió:
"
Hay en Santa María una famosa plaza para las corridas de toros. El rey dio una a la que asiste (...) Muy pocos vecinos vinieron a consecuencia de una torpeza del Consejero de Estado Amorós, quien, de principio, aumentó el precio de las localidades, en lugar de anunciar el espectáculo gratis con motivo de la presencia del rey. En seguida se hizo saber, pero demasiado tarde, que este espectáculo era gratis".
En medio de las reclamaciones de Vicente García Granados,propietario de la plaza de toros, del pago de los gastos de la corrida regia, que sólo obtenían del Ayuntamiento la respuesta de que carecía de fondos al respecto, el mariscal Victor (jefe del I Cuerpo del Ejército Imperial Francés) decidió dar una segunda corrida, a la que contribuiría la tropa, y ordenó que el déficit de gastos que resultase, junto con el de la anterior, se pagase con los medios que el Ayuntamiento considerase.
Este segundo festejo se celebró en el mes de mayo y arrojó un déficit de 1.670 reales de vellón, que se le abonaron en noviembre. Los 20.173 reales de la corrida regia se le pagaron en julio del Fondo de Propios y Arbitrios.
5. Dos años sin festejos taurinos
Ante los adversos resultados que tuvieron las corridas celebradas en 1810, las autoridades civiles josefinas y los mandos del Ejército Imperial francés no volvieron a organizar más corridas de toros en El Puerto durante el periodo de ocupación.
Además de la ya violenta presencia de una tropas invasoras, la población de El Puerto tuvo que soportar la enojosa situación de tener que alojar a oficiales franceses en sus domicilios particulares, hacer frente a una elevadísima contribución de guerra y ver limitados sus movimientos por el tapiado de la ciudad desde junio de 1811: no eran condiciones favorables para festejos taurinos.
Tras la retirada del ejército francés la madrugada del 25 de agosto de 1812, el Ayuntamiento interino organizó la publicación de la Constitución Política de la Monarquía Española y diversos actos festivos para su celebración durante los días 29 a 31 de agosto.
El mal estado de la Plaza de Toros (puede que no sólo por desuso, sino porque fuese utilizada por los ocupantes, como tantos otros edificios) impidió que pudiesen celebrarse corridas de toros, como se pretendía, por lo que se decidió que la tarde del día 30 se corriesen toros por las calles de El Puerto.
6. Corridas de novillos sin matar e incidentes
Dado que la Regencia (que sustituyó a la Junta Central Suprema a finales de enero de 1810) reiteró la prohibición de la fiesta de toros y novillos de muerte, Esteban Rice (que parece que se refugió en Cádiz o La Isla durante la ocupación francesa en El Puerto) solicitó que las 80 corridas que le quedaban por celebrar de su contrato con el Hospital de la Providencia se sustituyesen por igual número de corridas de novillos sin matar, bajo ciertas condiciones.
Condiciones propuestas por Esteban Rice para obtener la sustitución de 80 corridas de toros de muerte por igual número de corridas de novillos:
- Lidia de 8 novillos en cada corrida, picados, pero con las puntas aserradas, para evitar la muerte de caballos, y posterior castración de los novillos para que sirviesen de bueyes de labor. (Poco después se supo que Rice corría los novillos sin despuntarles las astas).
- Las fechas de celebración de las corridas quedarían a arbitrio del asentista, que ofrecía abonar 3.000 reales de vellón por corrida, con destino, a partes iguales, para la Contribución Extraordinaria de Guerra, alumbrado público y auxilio a niños expósitos, y que solicitaba un aumento de los precios de los asientos.
El Ayuntamiento aceptó la propuesta de Rice, a condición de que la entrada de los asientos de tabla delantera y sillones de sombra se redujesen un real y de que sería facultad del cabildo distribuir el subsidio por corrida con arreglo a las necesidades de la Contribución Extraordinaria de Guerra, Casa de Niños Expósitos, Hospital de la Providencia o Policía de la ciudad (es decir, limpieza y alumbrado).
Mediante real orden de 17 de abril de 1813, la Regencia accedió a la solicitud de Rice, con la prevención al Ayuntamiento de que los días de las corridas fuesen "los que menos perjudiquen a las labores y ocupaciones de la clase trabajadora" y que se observase el mayor orden en las corridas.
Sin embargo, la temporada taurina de 1813 estuvo marcada por dos incidentes violentos ocurridos en las corridas de los días 18 y 26 de julio.
Al inicio de la corrida del día 18 de julio, dos tenientes coroneles y otros dos militares de paisano (los cuatro del Regimiento de Guardias Españolas destinado en La Isla) pretendieron ocupar asientos en el palco de autoridades con entradas falsas; se enfrentaron, insultaron y trataron de agredir al Alcalde segundo constitucional, Agustín de Sorozábal, lo que dio lugar a la intervención de la tropa destinada en la plaza. Los oficiales fueron arrestados. Su situación no se resolvió hasta principios de octubre, merced a la intervención del duque del Infantado.
El día 26 de julio de 1813, un centinela de Granaderos de guardia en la plaza, requerido por un cobrador, le asestó un sablazo en la cabeza a un espectador que no quería pagar la entrada. Ante la alteración generalizada, hubo de intervenir la guarnición de Marina para detener al soldado y restablecer el orden.
La alteración del orden público los días 18 y 26 de julio hizo que el Ayuntamiento suspendiese las corridas programadas para los días 14, 15, 21 y 22 de agosto, para garantizar la tranquilidad pública y el normal desarrollo de las elecciones parroquiales para las Cortes, previstas para esas fechas. La intervención del jefe político de la provincia hizo posible que el Ayuntamiento autorizase corridas para los días 21,22, 25 y 29 de agosto.
7. Nueva plaza y vuelta a los toros de muerte
La destrucción de la Plaza de Toros el día 13 de septiembre de 1813, a causa de un incendio, hizo precisa la construcción de un nuevo coso taurino.
Asentista y Ayuntamiento aprovecharon esta necesidad, así como el precedente que les proporcionaban las Cortes de autorizar en Cádiz corridas de novillos de muerte, para solicitar que en El Puerto se gozase de igual gracia, o al menos que se pudiese matar la mitad de los novillos de cada corrida o sólo los precisos para el abasto público.
El Ayuntamiento aceptó el aumento del precio de las entradas de los asientos primeros de sombra a 16 reales de vellón, pero a condición de que la aportación de Rice subiese de 3.000 a 3.500 reales, y que la nueva plaza se construyese a mayor distancia de las casas.
8. Utilización política de la Fiesta de Toros
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