viernes, 2 de enero de 2009

Perera solo en Zafra

En la feria de Zafra, feria de San Miguel Arcángel, triunfador sobre las nubes, Miguel Ángel Perera ha triunfado sobre la arena.

- Jandilla: OREJA.
- Valdefresno: DOS OREJAS.
- Garcigrande: DOS OREJAS Y RABO.
- Fuente Ymbro: OREJA.
- José L. Pereda: SALUDOS.
- Núñez del Cuvillo (Dudosito): INDULTO, DOS OREJAS Y RABO SIMBÓLICOS.

Me voy con J., de Alcalá, vecino del Alcalareño.

Filas de cuatro horas en la taquilla. Entradas agotadas días antes. Gran ambiente taurino por toda la ciudad.

Muchos aficionados portugueses. La nieta de Franco, Jaime Ostos, ¿el embajador francés?. Ganaderos: Borja, Gallardo, Pereda, Angel Peralta.

La plaza se puso a reventar literalmente. Se comprobó que es incómoda pero al poco la gente se logró reajustar como pudo.

Los toros fueron elegidos con acierto y tenían una presentación muy aceptable para tercera categoría; sólo el tercero, de Garcigrande, desentonaba por poco volumen y por cornamenta fea. Todos eran de ganaderías nutridas con sangre de los toros del Conde de la Corte (Agustín Mendoza y Montero de Espinosa), ilustre ganadero de Zafra.

La cuadrilla titular actuó en los toros segundo y quinto.

Las banderillas fueron iguales: fondo blanco con los colores extremeños en el centro.

Se desmonteraron en el segundo los subalternos Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero.

Brindó el primero a su mozo de espadas y el segundo(¿por qué?), al público. Después brindó a los cantaores, a Cutiño y al hijo de Pereda. Finalmente brindó a Borja Domecq Morenés y lo hizo salir a la arena (costumbre antirreglamentaria).

Perera desarrolló seis faenas diferentes acoplándose a cada toro, entreverando detalles personales o novedosos en su estilo, como fue recibir al cuarto con una larga cambiada de rodillas o banderillear al sexto

El primero, jandilla, fue cómodo y colaborador pero sin raza. Sirvió de buen aperitivo.

En el segundo, el de más trapío y que al principio fue poco colaborador y de mucho peligro, comenzó la faena con dos cambiados por la espalda. Se vieron series muy lentas y ligadas, en mi opinión lo mejor de la tarde. El toro acabó dándose por derrotado.

El tercero parecía al principio reparado de la vista pues no acudía claro pero en el caballo derribó; en banderillas recortaba terreno. Al comenzar la faena de muleta se arrancaron por fandangos en el tendido el Rubito y Miguel de Tena; yo estaba a cinco o seis metros de ellos. Al entrar a matar, Perera resultó volteado aparatosamente.

El cuarto fue recibido de rodillas con larga cambiada. En la muleta avisó con dos o tres coladas. Al final se arrimó modo espeluznante. La estocada fue la mejor.

Después de haber matado con facilidad los cuatro primeros, entró a matar el quinto en suerte natural, cuando había sido un rajado completo. Se vino hacia él y al esquivarlo le metió un bajonazo de metisaca, que bastó. El torero empezó a hacer gestos de frustración, que terminaron de enfriar al público. La posible oreja se cambió por una ovación.

En el sexto, que escarbó más de una vez, hubo un gran saludo de capote. La puya, breve, fue buena; el quite, por tafalleras y gaoneras en el quite. Banderilleó y el tercer par fue al quiebro. Al comenzar la faena, de rodillas en la boca de riego, volvieron a cantar desde el tendido mientras se toreaba en redondo. La faena fue larga, con continuidad y ligazón, ante un toro que acudía con nobleza y humillaba sin cansarse. Llegó un aviso que no importó a nadie. La petición de indulto surgió de manera imprevista y se hizo general enseguida; yo no saqué el pañuelo. Simuló la suerte de matar sin banderilla; si es para no herir más al animal puede quitarle la punta. El alguacilillo le entregó dos orejas y un rabo sin que el público agitara los pañuelos especialamente y sin que el presidente hubiera sacado sus pañuelos blancos.

En la vuelta al ruedo invitó a los cantaores a que lo acompañaran.





Finalmente la vuelta a hombros de su cuadrilla y la salida por la puerta grande sobre el capitalista habitual de José Tomás.

Volví a Jerez con la sensación de estar en una nube, como en la nube sobre la que triunfó Miguel Arcángel.


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