Ahora, no voy a hablar de esa faena a su primer toro.
Tampoco voy a hablar de la faena a su segundo, en que resultó cogido dos veces, y una de ellas casi fatalmente. Me referiré a un detalle no comentado en círculos especializados.
La plaza estaba predispuesta, decidida a ver triunfar a José Tomás y el ambiente era propicio para sentir como grande lo que se veía en el ruedo.
Hubo desde luego una gran faena y la estocada hizo que el toro cayera a la primera. Enseguida los tendidos se llenaron de pañuelos blancos pidiendo el premio, entre el entusiasmo general; yo también saqué el mío.
En esto, el presidente va y saca con presteza dos pañuelos a la vez y los deja colgando del balcón.
Enseguida me pregunté por qué hacía eso; me contesté a mí mismo que pensaría conceder el rabo a poco que el agitar de pañuelos continuara con una cierta persistencia. Me equivoqué.
Continuaba el agitar de pañuelos, ahora en petición de rabo, pero por mi parte guardé el mío. El presidente se resistía y seguía la petición, con gritos de protesta por la tardanza en sacar el tercer pañuelo. Definitivamente no hubo pañuelo y mientras las mulillas arrastraban el toro se desató una bronca monumental.
Considero que el presidente actuó incorrectamente al sacar los dos pañuelos simultáneos; creo que se debe sacar primero un pañuelo y el siguiente, después, cuando hayan transcurrido unos segundos de renovada petición. Tras la vuelta triunfal del torero el presidente oyó otra bronca y una tercera cuando al final de la corrida las cuadrillas abandonaron el ruedo. Por la noche, en una tertulia, le manifesté mi parecer.
Le adelanté que mi opinión era contraria al rabo. La baso en que la res no tuvo unas condiciones excepcionales; los pases estuvieron mayoritariamente viciados de alcances, sobremanera en el jaleado quite por gaoneras; en la muleta, cuyo destaquillador estuvo siempre cogido por el extremo, abundaron los pases de uno en uno y, en fin, la estocada, fundamental para determinar la concesión, no fue buena por tendida y ligeramente trasera.
Estos motivos no se los explicité en voz alta, de la misma manera que él tampoco ha explicitado los suyos (ni a mí ni creo que a nadie).
Era posible que hubiera confundido el poder sacar dos pañuelos simultáneos con el sacar un primer pañuelo y no guardarlo cuando se saca el segundo, en caso de conceder las dos orejas. Si embargo, empezó diciéndome que estaba bien lo que había hecho porque el reglamento no lo prohíbe. Entonces tuve que justificarle mi parecer.
Es incorrecto sacar dos pañuelos simultáneos por dos razones; una es que significa entender mal el reglamento taurino y otra es que muestra desconocimiento de la psicología de masas.
Como primera razón, ha sido una mala interpretación del reglamento taurino porque, según éste, la segunda oreja quedará a criterio del presidente, que deberá tener en cuenta la petición mayoritaria. Imagínese usted que al sacar el presidente el primer pañuelo todo el público se hubiera dado por conforme, guardando los suyos tras el otorgamiento de una oreja; nos encontraríamos entonces con que el presidente ha concedido la segunda (con el segundo pañuelo simultáneo) a su exclusivo criterio y sin tener en cuenta la petición mayoritaria. Puede ser también que una parte del público (entre la que yo por ejemplo me encontraba) guardara su pañuelo y otra no; ahí entraría el cálculo del presidente para ver si era mayoritaria la petición, cálculo que no debe hacerse a la ligera.
Se puede pensar que el reglamento no prohíbe sacar los dos pañuelos simultáneos pero a eso se puede contestar que tampoco lo autoriza; simplemente no lo contempla y de una interpretación con sentido común se saca que no es su intención autorizarlo. Ello es sin entrar en una cuestión general de que, si para el ciudadano "lo que no está prohibido está permitido", para el gobernante "lo que no está permitido está prohibido"; y en ese momento cada uno de los componentes del público respetable es ciudadano y el presidente del balcón es gobernante.
En cuanto a la segunda razón, ha mostrado que no domina la psicología de masas, porque tenía decidido desde el primer momento no conceder el rabo y sin embargo, al sacar rápidamente los dos pañuelos simultáneos, ha estimulado o provocado que los pañuelos, por ser abundantes, tardaran en remitir y fuera más intensa la petición del tercer trofeo de lo que podría haber sido de la otra manera. Es decir, si se resiste a sacar el segundo, cuando lo haga tendrá ya agotados a muchos espectadores, que acabarán guardando su pañuelo en el bolsillo, tanto por cansancio como por ver que el presidente es duro de pelar. Al no ser así la gente se frustra ante un criterio poco claro.
De esta manera, la bronca, sin merecerla, es algo que él mismo se ha buscado.
Por si fuera poco, se impidió que el toro, durante el arrastre, recibiera una ovación que quizás merecía, y que no recibió porque, en tanto, el público estaba concentrado en obsequiar la bronca al presidente. Por ese lado no debe estar muy contento el ganadero.
O sea, digamos que ha tenido poca mano izquierda.
Él terminó reconociéndome que "es posible que tengas razón".
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