lunes, 13 de mayo de 2024

El Tesorillo de la Algaida

El Pinar de la Algaida es un espacio natural que pertenece, como pre-parque, al parque natural de Doñana. Su nombre parece que procede del árabe "Al gaida", que significa el bosque. Situado en la margen izquierda del río Guadalquivir, es la zona verde más importante de Sanlúcar de Barrameda y constituye una zona habitual de recreo para los sanluqueños. Allí esta el Tesorillo

El Tesorillo de la Algaida es un yacimiento situado a orillas del antiguo Lago Ligustino, actualmente colmatado, que en origen estaba en el extremo de una alargada península, que al parecer se convirtió en una isla tras el tsumani ocurrido entre el 218 y el 210 a. de C.

Según narra Pedro Barbadillo, presidente de la Diputación provincial y aficionado a la arqueología, en 1944, en la zona del pinar de la Algaida en un paraje conocido como “El tesorillo”, se produce el descubrimiento de los restos de una calzada que en las cercanías del lugar habían ido apareciendo tras el inicio de unas obras para construir un camino forestal.

Tomás Barbadillo, alcalde de la ciudad y hermano de Pedro, decide ponerse en contacto con el arqueólogo Manuel Esteve. El alcalde escribió a Esteve comunicándole el descubrimiento: "Hizo un guarda unas excavaciones en un lugar llamado “El tesorillo” y a unos 25 cm. se encontraron numerosas ánforas al parecer fenicias, una piedra como un adoquín grande de unos 40 Kg. de peso, al lado una planchita de barro cocido de unos 40 cm. de alto y unos dos metros de largo con una moldura en la parte superior dentro del recuadro que formaba esta moldura después de extraer unas piedras como cantos rodados que estaban puesto ordenadamente, había unos huesos humanos muy destruidos y en la altura aproximada de la cabeza una ánfora pequeña. Hice varias catas por los alrededores y encontré idénticas señales, calculo que en una extensión de unos cuatrocientos metros".

En ese momento, Pedro Barbadillo mantenía la teoría de la existencia de una ciudad tartésica en el pinar sanluqueño. Manuel Esteve se hizo cargo de la excavación financiada por el Ayuntamiento de la ciudad y, en su primera visita de abril de 1945, determina la existencia de abundante material cerámico alto imperial, en tres o cuatro puntos próximos entre si situados en terreno elevado, como dunas que posiblemente fueron formándose sobre las ruinas existentes. Decidió acometer la excavación de un muro descubierto en el mismo borde o ribete de las marismas, mediría unos 9,10 m, cerrándose en uno de los ángulos interiores por un muro formado por ladrillos muy gruesos donde aparecieron algunos anzuelos de cobre, cerámica tipo terra sigilata y restos de tejas. Dejó como responsable al propio alcalde, que le comunicaba los progresos y que el arqueólogo anotaba en su diario: "He estado tres días en la Algaida y las principales cosas encontradas son un ánfora completa de 1,20 de altura por 40 cm de ancho. Junto a esta ánfora Tomás Barbadillo descubrió varias monedas romanas y cacharros de cerámica roja con dibujo de elefantes y flores".

Mientras la excavación se estaba realizando, Pedro Barbadillo publicó de manera “anónima” en ABC dos artículos afirmando que posiblemente se había descubierto en la Algaida la ciudad de Tartessos. Pero Esteve era un profesional y no iba a mentir sobre lo que estaba apareciendo. La casa de los pescadores, como la llaman al principio, hoy casi podemos afirmar es una fábrica de salazón y posiblemente de garum.

Junto a la estructura apareció además un depósito para la sal, un horno para la cerámica, así como restos de vidrios, clavos de cobre y una especie de cuchillo curvo. Los trabajos continuaron hasta el mes de Agosto donde se encontraron el resto de los muros y algunas monedas del emperador Claudio junto a un gran número de lucernas. En los últimos días de la campaña, aparecieron además dos ánforas de salazón de 1,5 y 75 cm, para concluir definitivamente el 25 de Agosto, con la esperanza de continuar la intervención más adelante, algo que no se produciría hasta 1952. Según explicaba el propio arqueólogo las piezas en descubiertas en 1945 iban destinadas a un futuro museo local que nunca se creó.

Conocemos algunas de estas piezas por los dibujos realizados por Manuel Esteve en su diario, así como los planos de las estructuras descubiertas, ignorando hasta la fecha dónde fueron a parar los materiales hallados en esa primera excavación del Tesorillo de la Algaida.

El santuario del Tesorillo fue identificado en 1983 por don Antonio Blanco Freijeiro y Ramón Corzo con el Phosphorom Hieron Loucen Doubia, mencionado por Estrabón en el libro III de su Geografía y más conocido por su traducción latina Luciferi fanum, quod vocant lucem dubiam, identificación que la mayoría de los autores han aceptado. El lucero aparece gráficamente en el escudo municipal y en su bordura el mote Luciferi fanum senatus, pues la identificación entre Sanlúcar y el fano del Lucero es muy antigua e incluso ha generado el sobrenombre Puerto Lucero.

El yacimiento parece haber estado en uso desde fines del siglo VI hasta el siglo I a. C. Tiene cinco niveles, existiendo en el nivel IV un santuario portuario prerromano, al que acudían los navegantes, comerciantes y viajeros para invocar la protección de una diosa astral, como indica el hallazgo de monedas de Cástulo, Obulco, Córduba, Itálica, Gadir, Carteia, Malaka, Lixus, Cartago, Kese, Ampurias y Massalia, así como de discos de plata sin acuñar.

Se trata de un espacio a cielo abierto o témenos de 20 por 25 metros, con un betilo o piedra sagrada en el centro, una construcción principal de mampostería de planta cuadrangular, un pozo lustral (para los sacrificios) con una columna con capitel dórico y algunos edificios de servicio anejos construidos de tapial.

Tanto en el espacio abierto como en el interior de las habitaciones se halló numeroso material votivo, la mayoría de los siglos IV y III a. C, aunque también algunas piezas del siglo VII a. C. También se hallaron fíbulas (o hebillas) hispánicas, griegas y etruscas, relacionadas con la ofrenda de mantos a la divinidad, pendientes, anillos, collares, placas metálicas oculadas, cerámica diversa, fragmentos de ánforas, lamparillas de aceite, ungüentarios, pebeteros en forma de cabeza femenina, figurillas de bronce etruscas de la segunda mitad del siglo VI o del siglo V, cenizas, huesos de animales, malacofauna. Parte de ese material puede contemplarse en una vitrina del Museo de Cádiz.

En 2015 el investigador Manuel Cuevas comunicó a la Junta de Andalucía lo que considera el hallazgo, mediante fotografías tomadas por satélite, de una gran ciudad antigua sepultada en La Algaida. Aportó las coordenadas de lo que ha interpretado como cuatro grandes edificios y un poblado, todos ellos de no menos de 2.500 años de antigüedad. Una de estas estructuras, un edificio o plaza rodeada de más construcciones, llega a medir 360 metros por 180, mientras que otra de las estructuras mide unos 180 por 100 metros, unas dimensiones inusuales para ese periodo histórico.

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