Hoy se cumplen cinco siglos. El 23 de abril de 1521 el movimiento insurreccional de los comuneros sufrió la derrota definitiva en Villalar (Valladolid). No vamos a extendernos ni en las causas ni en las consecuencias de aquel acontecimiento. Vamos a centrarnos sólo en lo que ocurrió aquel día.
Las tropas comuneras, dirigidas por Juan de Padilla, se encontraban en Torrelobatón desde hacía dos meses y se componían, según Joseph Pérez, de 6.000 hombres (7.000, según otros autores), entre los cuales había 400 o 500 lanzas y 1.000 escopeteros.
Las tropas fieles a Carlos I, dirigidas por el almirante Fadrique Enríquez y el condestable Íñigo de Velasco, se componían de 3.000 infantes, 600 lanzas (1.800, según otros), 2 cañones, 2 culebrinas y 5 piezas ligeras de artillería. Estaban concentradas en Peñaflor, a once kilómetros de Torrelobatón.
La batalla se produjo con ocasión del traslado de las tropas comuneras, que decidieron salir de Torrelobatón en dirección a Toro (Zamora). Habían partido de madrugada y era día de lluvia; marchaban por el curso del río Hornija. El almirante y el condestable iban en persecución. Al llegar a Vega de Valdetronco Padilla quiso acampar para afrontar allí a los perseguidores, pues el lugar le ofrecía situación ventajosa, pero los otros dirigentes se opusieron a esa idea.
Siguieron adelante y, pasado Marzales, a dos kilómetros antes de llegar a Villalar los partidarios de Carlos, que marchaban a gran velocidad, les dieron alcance. Aunque los de Padilla querían combatir dentro del pueblo, el enfrentamiento tuvo lugar en el Puente de Fierro, que cruza el arroyo de los Molinos metros antes de que éste desemboque en el Hornija. Hubo huidas en las filas comuneras y el ataque de la caballería real fue tan rápido que no permitió a los contrarios el despliegue.
Iniciado el combate, Juan de Padilla derribó de su caballo a Pedro de Bazán y a otros hombres fieles a Carlos. Poco después fue herido en una pierna por Alonso de la Cueva, al que tuvo que entregar la espada y un guantelete en signo de rendición. Juan de Ulloa se acercó e informado de que era Juan de Padilla le dio una cuchillada en la cara, lo que pareció muy feo a todos.
Los comuneros, que estaban cansados de la marcha precipitada y de andar sobre el barro, fueron presa fácil y pagaron con mil muertos (quinientos, según otros). Los demás jefes también fueron apresados, junto a unos miles de sus hombres; Maldonado incluso había sido abandonado por todos los suyos. Tras la derrota, de aquellos que pudieron huir unos fueron hacia Toro, perseguidos por el conde de Haro (hijo del condestable), otros atravesaron por Fermoselle hasta Portugal y un pequeño resto marchó a Toledo.
Los jefes comuneros, el toledano Juan de Padilla, el segoviano Juan Bravo y el salmantino Francisco Maldonado fueron conducidos al castillo de Villalba (situado entre Villalar y Pedrosa) para pasar la noche. El almirante y otros quisieron salvarles la vida pero el 24 de abril fueron juzgados en Villalar.
El tribunal, de tres jueces, estaba formado por el alcalde doctor Cornejo, el licenciado Alcalá y el licenciado Salmerón, actuando de notario el escribano Luis Madera; también estaba presente el cardenal Adriano de Utrecht. Los acusado reconocieron los hechos y fueron condenados a muerte, por traición, alboroto del pueblo, usurpación de poder y otros delitos; sus bienes fueron confiscados.
Tras confesión con un fraile, fueron sacados sobre mulas. Delante, el pregonero iba diciendo: "A estos caballeros mándanlos degollar por traidores". Juan Bravo le gritó: "Mientes; traidores, no sino celosos del bien común y defensores de la libertad del reino". Padilla le recriminó: "Señor Juan Bravo, ayer era día de pelear como caballeros y hoy, de morir como cristianos".
Fueron ejecutados inmediatamente en el patíbulo montado en la plaza del pueblo. Bravo pidió ser ajusticiado primero por no ver a su jefe morir pero ante el verdugo se resistió; Padilla murió con entereza, rezando "Señor, no hagas con nosotros según nuestros pecados". Las cabezas fueron colgadas en la picota; a finales del siglo XIX todavía se mostraba en Villalar una piedra con tres clavos en la que, se decía, habían estado clavadas las tres cabezas.
Otro jefe comunero, Pedro Maldonado (primo de Francisco), no fue ejecutado entonces sino el 16 de agosto de 1522 en Simancas.
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