El año 2006 Eliseo Gil, entonces director del
yacimiento romano de Iruña-Veleia, situado a unos diez kilómetros de Vitoria, anunció el descubrimiento de la representación más antigua conocida de la crucifixión de Jesucristo, piezas con jeroglíficos egipcios y, lo que era más sorprendente aún, unas inscripciones en euskera que encumbraban al sitio arqueológico del siglo III como la cuna de este idioma. Todo resultó ser un montaje, un falsificación.
Una comisión formada por 26 expertos en Historia Antigua o Filología desmontó, dos años más tarde, toda la supuesta excepcionalidad de los abundantes tesoros de un pequeño yacimiento que, según los embusteros, pretendía hacer sombra a las ruinas de Pompeya o a los colosales monumentos de Roma. Las camisetas con la consigna en euskera Ian Edan Lo —comer, beber dormir—, grabada en una de las piezas de cerámica desenterradas, se convirtieron en un éxito de venta entre los alaveses.
Once años después de la querella interpuesta por la Diputación de Álava, tanto Gil como dos de sus colaboradores se enfrentan a un juicio por la falsificación de los vestigios históricos.
La Fiscalía pide para el exdirector de Iruña-Veleia un total de cinco años y medio de cárcel por un delito continuado sobre el patrimonio histórico y otro de estafa en concurso con un delito de falsedad en documento privado, así como una multa de 7.200 euros. El ente provincial sube la petición a siete años y medio por sendos delitos continuados de daños y estafa.
En total, los acusados
manipularon 476 piezas arqueológicas, la mayoría restos de
cerámicas de los siglos III, IV y V, con unos grafitos que suscitaron las sospechas de los expertos a simple vista. Por ejemplo, la aparición de un símbolo de puntuación como la coma, que no se utilizó hasta la Edad Media; la referencia al dios romano Júpiter con J cuando en latín se escribía "Iupiter"; o el empleo de denominaciones mucho más tardías del emperador romano Augusto y la faraona Nefertiti, cuya existencia fue descubierta a principios del siglo XX. A pesar de estas incongruencias históricas, lo más sorprendente de todo fue el hallazgo del disparatado dibujo de un hombre crucificado, supuestamente Jesucristo, con la leyenda RIP —Requiescat in pace en latín, descansa en paz—. "Es imposible que un cristiano ponga RIP en un crucifijo, es contradictorio" señaló entonces una profesora de Epigrafía de la Universidad Autónoma de Madrid, la primera en manifestar su escepticismo. Martín Almagro, prehistoriador y miembro del gabinete de expertos, también mostró su incredulidad: "Decir que Cristo está muerto sería una herejía. Nunca he visto nada tan cómico en la historia del cristianismo". No solo hubiera sido esta la primera escena documentada del Calvario, sino también la prueba de que el cristianismo había enraizado en la zona del País Vasco muy pronto, casi al mismo tiempo que se expandía por el Levante mediterráneo y antes incluso de que el emperador Constantino la convirtiese en la religión oficial del Imperio romano. En cuanto a los grafitos en euskera en los fragmentos de cerámica, resultaban más de seis siglos anteriores a las primeras formas escritas de esta lengua conocidas hasta el momento. Los jeroglíficos los justificó Gil con la presencia de un egiptólogo que podría haber enseñado este sistema de signos a los niños.
Ante la envergadura de los descubrimientos y la relevancia internacional que adquirieron, la empresa del director del yacimiento, Lumen S. L., obtuvo un
patrocinio de una sociedad pública vasca de 3,7 millones de euros, así como el resto de ayudas económicas brindadas por la Diputación de Álava. Cuando se descubrió la operación fraudulenta, Gil denunció ser víctima de "un linchamiento mediático".
En el escrito de acusación, la Fiscalía señala que Gil y sus colaboradores —Óscar Escribano, para quien también pide cinco años y medio de cárcel, y Rubén Cedrán, un falso físico nuclear para quien se reclaman dos años y seis meses— causaron "desperfectos" en el conjunto de las piezas arqueológicas para dotarlas de un "pretendido valor histórico-cultural-religioso que no tenían"; y las rayaron "a los efectos de realizar sobre ellas las supuestas inscripciones excepcionales, deteriorando de forma irreversible piezas tardo-romanas auténticas".
El Ministerio Público solicita también que Eliseo Gil y sus trabajadores indemnicen al Gobierno Vasco con un total de 285.600 euros por los daños causados en el patrimonio cultural —es decir, 600 euros por cada una de las 476 piezas manipuladas— y que los tres acusados abonen a partes iguales a la Diputación de Álava 12.490 euros en concepto de responsabilidad civil.
Óscar Escribano, colaborador de Eliseo Gil en la presunta estafa arqueológica de Iruña-Veleia (Álava), ha llegado a un acuerdo con la acusación, por el cual
se reconoce como autor de un delito contra el patrimonio histórico, a cambio de una reducción de la pena que se solicitaba inicialmente contra él, que finalmente ha quedado fijada en un año de cárcel, por lo que al carecer de antecedentes penales, no deberá ingresar en prisión. Escribano ha reconocido que utilizó un punzón para alterar una de las piezas desenterradas entre 2005 y 2006 en el yacimiento arqueológico de Iruña Veleia, aunque asegura que solo se trató de "una broma". El acuerdo entre la Fiscalía y Escribano, que ha sido aceptado por la acusación particular que ejerce la Diputación Foral de Álava, ha sido anunciado al inicio de la vista oral por el “caso Iruña Veleia”, en la que se enjuicia la presunta falsificación de 476 piezas de entre los siglos III y VI desenterradas en el yacimiento alavés, con el fin de presentarlas como unos “hallazgos excepcionales”.
Los hechos investigados se produjeron entre 2005 y 2006 en el yacimiento de Iruña-Veleia (Álava), cuyas excavaciones dirigía el historiador Eliseo Gil, para el que trabajaba Escribano. Gil, al no haber llegado a un acuerdo con la acusación, se enfrenta a una petición de condena de cinco años y medio de prisión, al considerarle el Ministerio Público responsable de un delito continuado sobre el patrimonio histórico y de otro delito de estafa en concurso con un delito de falsedad en documento privado.
El tercer acusado es Daniel Cerdán, para el que la Fiscalía pide una condena de dos años y medio de prisión por un delito de estafa en concurso con un delito de falsedad en documento privado, al considerar que falsificó varios informes que avalaban la supuesta autenticidad de los hallazgos de Gil y Escribano.
Gracias a su acuerdo con la acusación, Escribano ha visto reducida de cinco años y medio a un año de cárcel la condena que inicialmente pedía la Fiscalía, que a cambio del reconocimiento de los hechos por parte del acusado, ha retirado su acusación por estafa y ha mantenido únicamente la de un delito contra el patrimonio histórico.
Al carecer de antecedentes penales y ser la condena inferior a los dos años, Escribano no deberá ingresar en prisión. Además, la multa inicialmente solicitaba para Escribano ha sido reducida de 7.300 a 2.190 euros. Por otra parte, este investigador deberá indemnizar al Gobierno Vasco con 300 euros por los daños causados en una de las piezas. La misma cantidad habrá de pagar a la Diputación de Álava, en este caso por los gastos de inversión en el yacimiento.
Durante la vista oral en la que se ha dado a conocer el acuerdo, Escribano ha difundido un comunicado de prensa en el que explica que utilizó un punzón para realizar una inscripción en una de las piezas desenterradas, pero que esto no fue "más que una broma". Además, a través de dicho comunicado, ha mostrado su satisfacción por el acuerdo alcanzado, de forma que se pueda poner "punto y final" a este proceso y, de esa forma, poder "seguir adelante" con su vida.
En el caso de Gil y Cerdán, al no haber llegado ninguno de ellos a un acuerdo con la acusación, el juicio continuará a partir de ahora contra ellos, en varias sesiones que se prolongarán, previsiblemente, a lo largo de diez jornadas. De hecho, a su llegada a los juzgados, Gil ha reiterado su inocencia en declaraciones a los medios de comunicación.