Tenía ganas de verla. Siempre paso por esa zona de Sevilla con prisas; cuando voy tengo alguna cita con hora fija y cuando vuelvo ya es de noche, mal momento para buscar y peor para hacer fotos.
La avenida de la Palmera es larga y no sabía exactamente el sitio, por lo que había que dedicarle un tiempo específico. ¿Que de qué se trata? De la Casa Sundheim. Hoy he vuelto a la perla del Betis, día siguiente de visitarla para ver una novillada en la Maestranza. Tras recoger a dos estudiantes, que han terminado unas jornadas de Simulación del Congreso de los Diputados en la Olavide, paro y me pongo a buscar.
La Casa Sudheim es uno de los mejores ejemplos que nos quedan de la obra que desarrolló a lo largo de muchos años un gran arquitecto jerezano, Francisco Hernández Rubio, personaje conocido menos de lo que merece. Para definir su categoría baste decir que es el principal arquitecto modernista de Andalucía. Ahora bien, la Casa Sundheim fue la proclama con que él daba por finalizada su dedicación al modernismo; otros aires artísticos era necesario respirar, otros caminos había que recorrer y él tenía capacidad para ello.
Voy preguntando a los viandantes y no saben nada de la Casa Sundheim. Alguien me dirige a bulto "hacía allí" y me encamino; cuando estoy frente a la iglesia del Corpus Christi pregunto a un señor ya mayor y me dice: "Sunjeim no, Sundeim; está ahí enfrente, junto a la iglesia". "Gracias". Me acerco y el seto, tan grande, no permite una vista en condiciones.
Se trata de un edificio un tanto difícil de definir, así creo yo. Fue encargado en 1912 por la familia industrial Sundheim de origen inglés (que tiene dedicada una avenida con alameda en Huelva). Es de suponer que el encargo se referiría a una vivienda que recordara el ambiente de su país natal. Hernández Rubio estudió a fondo la arquitectura británica para que el proyecto respondiera a las expectativas del comitente y que estuviera a la altura de su personal categoría profesional. De hecho, sus proyectos modernistas solían llevar un aire de las islas, como en el jerezano Depósito de Sementales o en el desaparecido Tiro de Pichón portuense. Sí, a primera vista el edificio parece inglés, con una imagen un tanto insólita en esta avenida abundosa en obras historicistas y regionalistas. Bueno, así se ha definido el estilo en que don Francisco construyó esta vivienda, el estilo inglés.
Busco el sitio más apropiado para la foto y no veo dónde. Por los lados norte, este y y sur no hay vista posible. Al final me decido desde la avenida y lo único que sale es la mitad superior de un lateral del edificio.
La designación de estilo inglés la veo un poco imprecisa, porque ha habido muchos estilos ingleses. Es como llamar estilo español a uno concreto de entre los que en España se han desarrollado. Es cierto que hay uno que resulta ser propio de aquí y no se da fuera de España, mas a pesar de ello no se llama estilo español sino mudéjar.
En algún lugar dicen que Hernández Rubio construyó esta casa en estilo anglicista. Bueno, ya es otra cosa; es como indicar que el estilo no es inglés pero tiende o se aproxima a algo que pueda ser identificado con lo inglés. De todas formas tampoco es muy preciso. En otro lugar he llegado a leer que la vivienda es un ejemplo del estilo Tudor, pero esto no consigo verlo por ningún lado. Entiendo que lo tudor se caracteriza básicamente por el uso de un tipo de arco específico que consiste en una mezcla de rebajado, carpanel y apuntado; pues resulta que no hay ningún tipo de arco así en todo el edificio. Otros optan por calificarla de historicista; en fin...
Me arrimo a la verja que cierra el recinto y entre barrote y barrote hago otra foto, sin mucho éxito porque la vista no es diáfana debido a los árboles y a su espeso ramaje.
Quizás los Sudheim deseaban una vivienda que les recordara a las edificaciones de los cottages, casas de campo de la campiña inglesa; para ello sí que era necesario darle el protagonismo a un entorno con vegetación rica, arbolado espeso y alto y césped siempre tupido y verde. Efectivamente, aquí se ha recreado un jardín de los que se suelen llamar de tipo inglés. A decir verdad, más que a un cottage, se asemeja a una mansión de campo inglés. Las tales mansiones, sí, repiten unas construcciones que acaban dando como características el uso del ladrillo en los muros y de la piedra en las esquinas, zócalos y rebordes de vanos; como aquí. Se me ocurre pensar que los Sundheim querían en Sevilla una edificación que siguiera la estela marcada por el palacio Miramar, construido años antes en San Sebastián por la reina regente.
Me acerco a la puerta, cerrada, y sólo puedo observar el edificio de cemento y cristal de reciente construcción que ocupa el centro de la parcela, bien ajardinada y espaciosa, tanto que contiene tres edificaciones monumentales. Esto es así porque este terreno, incluida la Casa Sundheim, fue comprado a la familia por la Administración para oficinas de la Expo 92; después, aquí se ubicó la residencia oficial del presidente de la Junta de Andalucía hasta que una polémica pública obligó a cambiarla.
Lo que me resalta es que la construcción presenta elementos correspondientes a épocas diferentes; así, hay un torreón de aire medieval junto a la puerta principal, una balaustrada alrededor de todo el edificio con aire de renacimiento italiano, una chimenea prominente más propia de un edifico industrial de principios del diecinueve, ventanas salientes, terrazas laterales, tejado de pizarra... generando una interesante sucesión de planos. Parece que el arquitecto ha cogido detalles sueltos de estilos distintos, esos detalles que se suelen repetir popularmente y acaban siendo tópicos. El resultado final es, al menos a simple vista, de una gran similitud con el castillo de Clos-Lucé de Francia.
Descubro un guarda dentro de la garita acristalada que hay a la derecha y le llamo (con gestos, porque no me oye). Abre una ventanilla y le pido que me deje entrar. No es posible. Le pido entonces que él haga unas fotos con mi cámara a la casa de la izquierda y dice que no está autorizado. Le cuento mi vida y acabo convenciéndolo; sale de la garita y le doy la cámara. Se anima y se va a hacerme varias tomas, más de las que yo pensaba, pero al final resultan muy repetitivas y con poco ángulo debido a la frondosidad.
Se dice que Hernández Rubio no sucumbió al regionalismo, puesto tan en práctica en Andalucía por Aníbal González y sus seguidores. Ello no es del todo cierto pues en estilo regionalista andaluz diseñó un proyecto para el Teatro Villamarta en Jerez; lo que ocurre es que no llegó a materializarse porque el concurso lo ganó el proyecto de Anasagasti, que se basaba en el uso, entonces inédito, del hormigón armado.
A todo esto se me ocurre la idea de que esta vivienda puede ser calificada como ejemplo de un regionalismo: el regionalismo inglés. Otros pensarán que es romanticismo inglés. Lo cierto es que hay alguna construcción inglesa, como la Whiteladies Picture House, que copia ideas de la Casa Sundheim.
Cuando me despido del guarda descubro una lagartija tomando tranquilamente el sol en la punta de una lanza de la verja de hierro. Me deja fotografiarla pero tras el click se va rauda.
Me afloran recuerdos de cuando, de pequeño, iba por el campo de mi pueblo a buscar lagartijas, para cazarlas y abrirles la barriga.Tiene suerte esta lagartija de vivir en Sevilla y en el ámbito de una residencia tan elegante. También tenían suerte los Sundheim de tener como inquilina a una tatarabuela de esta lagartija; en definitiva, ella les haría más realista la sensación de vivir en una casa de campo como los cottages de su Inglaterra original. ¿O es que en los cottages no hay lagartijas?
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