¡Qué excursión tan agradable la de ayer!
Damos vista al valle del Guadalmesí,
rodeado por la Sierra de Luna.
En el camino encontramos algunas huellas de corzo, dibujadas sobre el barro con la delicadeza de la que este animal hace gala en todos sus movimientos.
Nos desviamos a la derecha para llegar al
Arroyo Guadalmesí, que va con un caudal de agua grande para la altura a la que estamos.
Una dedalera
digital.
De trecho en trecho el camino se ve bordeado
por un telón vegetal formado por escobones explotando en flores amarillas.
En medio de la pista asfaltado encontramos
los restos de un topo aplastado por algún coche.
Muchos quejigos
están cubiertos de helechos que le dan aspecto de anciano barbudo.
En una curva, al lado izquierdo de la pista
vemos, bajo la umbría de los quejigos, una inmensa alfombra blanca de flores de ajetes silvestres, los llamados "lágrimas de la Virgen" (allium triquetrum), los del inconfundible tallo de sección triangular.
Al llegar a una bifurcación cogemos la pista de la izquierda, que es asfaltada a diferencia de la que va hacia la derecha, y al poco
damos vista al punto más alto, donde están las antenas de telecomunicaciones.
Hacia el este se ve entre brumas
el Peñón de Gibraltar.
El Tajo de las Escobas es el pico más alto del término de Tarifa. Sus coordenadas son
36º 05' 55'' N y 05º 32' 23'' O.
A nuestro frente la vista se extiende a lo lejos dominando el mar
en donde se quiere meter la ciudad de Tarifa y más allá la isla de Las Palomas.
Girando la vista hacia la izquierda, vemos a lo lejos y con permiso de la niebla una de las columnas de Hércules, la meridional, la africana,
el Yebel Musa, en la otra orilla del Estrecho. A sus pies barcos enormes se desplazan sobre el agua con lentitud, con una lentitud que hace aumentar sus tamaños, pero no tanto como para dejerse ver en la foto. Sí se deja ver, sin embargo, un buitre que se nos cruza en la vista planeando de izquierda a derecha.
Al abandonar las instalaciones técnicas encontramos, en no muy buenas condiciones de salud,
a un ratón de campo.
Al descender salimos a la derecha de la pista para fotografiar el primer acebo que vemos;
está, junto a un quejigo, un espino albar y un torvisco macho, sobre un suelo salpicado de "lágrimas de la Virgen".
Volvemos a ver huellas pero esta vez
son de ciervo.